
Juego de damas
Carla Bruni se desmarca de los actos organizados para las esposas de los líderes
| L'AQUILA Actualizado: GuardarLa prensa de la cumbre andaba desesperada, sobre todo las ediciones digitales, porque no había tonterías que permitieran eludir los grandes temas del G-8, pero vino a salvar la situación Carla Bruni, que llegó por la tarde, y George Clooney, que visitó L'Aquila y un campamento de las víctimas del terremoto. Anunció que rodará allí una película en septiembre.
En la cumbre fue el presidente brasileño, Inazio Lula da Silva, quien dio la nota de color al regalar camisetas firmadas de su selección de fútbol, quizá para que los países emergentes no se fueran con las manos vacías. Obama bromeó con él sobre la final de la Copa Confederaciones, donde EE UU perdió con Brasil.
Sin embargo, lo que más juego ha dado son las primeras damas, que tenían un programa paralelo de entretenimiento, aunque circulaban sin el único primer caballero -el marido de Angela Merkel-, sin la señora Berlusconi -en trámites de divorcio por las aventuras de su marido-, sin Carla Bruni -musa solitaria- y con la esposa del presidente sudafricano, Jacob Zuma; bueno, una de las cuatro que tiene el polígamo líder. Berlusconi, por su parte, replicó en la rueda de prensa sobre sus líos que los diarios «describen una realidad de fantasía».
Tras la audiencia con el Papa, ayer tocó la correspondiente visita a los escombros de L'Aquila. Allí se paseaba medio centenar de vecinas con una pancarta ingeniosa: «Last ladies» (últimas damas, en oposición a first ladies).
Restos de comida
La estrella del grupo era Michelle Obama, que en Roma comió en Maccheroni, restaurante muy normalito e incluso mejorable del centro, donde dio dos besos al camarero por sus fettucini. Se llevó las sobras en una bolsa, a la neoyorquina, y el gesto causó sensación como loable detalle de ahorro. Su marido, entretanto, tiró tres veces a canasta en un momento de relax de la cumbre y, según testigos, encestó las tres.
En la sala de prensa, aislamiento total de los periodistas, uniformidad masiva de sus informaciones por la escasez de noticias, en la línea de vaga inutilidad de estos eventos, y lo más entretenido, las vergonzosas peleas, con intervención de la Policía, por pillar las mochilas de regalo de la organización, que incluyen reloj y toalla. También daban de comer.