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El diestro Antonio Barrera demuestra su poderío. / AFP
ANÁLISIS FICHA

Facilidad de Barrera

BARQUERITO
| PAMPLONAActualizado:

La primera parte de la corrida de Cebada Gago tuvo trato: se empleó con codicia un primero, de hermoso galope castigado por duro puyazo trasero; salió complicado el segundo, que trabajó sin entrega; el tercero dejó estar. Dejaron estar más esos tres toros que un viento racheado y fresco que lleva soplando y levantando remolinos por Pamplona desde el lunes.

La segunda mitad salió del todo torcida: el cuarto, a la defensiva, no paró de buscar a Antonio Barrera; el quinto, mansito sin fuerza ninguna, se paró y apagó; el sexto, cornalón y bizco, pegó gaitazos y murió descompuesto y muy de manso. Huyendo.

Con el único toro de Cebada que de verdad quiso Antonio Barrera hizo muchas cosas. Lancear en el recibo con asiento y temple, quitar por enredadas gaoneras y embarcarse en abundante faena, que empezó con la temeridad de un pase cambiado por la espalda tras cite de largo, siguió con tandas por las dos manos de rayas afuera y acabó con manoletinas.

En corto tomó Barrera al toro después del gesto primero. Descolgado, fue perdiendo fuelle. No nobleza ni entrega. Barrera le vio la muerte muy bien y en la suerte contraria atacó con fortuna. Una estocada. Estaba el toro ya enganchado, y las mulillas arreadas, cuando el palco, tras pensárselo, sacó el pañuelo. Una oreja.

Al soltarse el segundo toro, que no dio ni 500 kilos de tablilla, fue muy astifino y tuvo más cara que plaza. No quiso caballo y fue de los de hacer sufrir. Francisco Marco tuvo la ocurrencia de abrir faena por arriba y de rodillas. Medicina contraindicada. Suelto y a su bola, el toro obligó a jugar el duelo en chiqueros, y ahí ganaba. No dejó de moverse. Pero sin emplearse. Marco se pegó una suerte de arrimón que no convenció a la gente. Dos pinchazos.

Sergio Aguilar era debutante en Pamplona. No se escondió. Salió a quitar en los medios en el toro de Marcos, y casi sale arrollado y se frustra el debut. Y salió a parar con delantales al toro del estreno, que acapachado vino a ser uno de los dos potables de la indigesta corrida de Cebada. Escarbó mucho, se acostó, pero obedeció. Sergio estuvo, como suele, firme. Tragando paquete en cada embroque, porque la cosa fue de pasarse los pitones muy cerca. Seca la emoción por la quietud tan vertical y desafiante del torero, que no se inmuta. Pero algo pasiva la faena. Un aviso cuando iba a rodar el toro. El cuarto se echó en varas un caballo a los lomos pero queriéndoselo quitar de encima y no empujando.