«Mi sueño sería poder arbitrar un partido de Primera División»

-¿Cómo empezó jugando al fútbol a nivel profesional?

-A ese nivel, empecé con 8 años y, cuando tenía unos 20, pasé a fútbol sala profesional en División de Honor. Jugué en el Pozo Murcia y en el Garvey, de pívot, cuando tenía unos 23 años. Cuando acabé mi carrera es cuando decidí que quería ser árbitro.

-¿Por qué decidió serlo?

-La verdad es que el arbitraje me gustaba muchísimo desde mi infancia, cuando comencé a jugar al fútbol. Realmente, esto más que nada es un hobby.

-Ser árbitro no es tarea nada fácil.

-Desde luego que no lo es. Ser árbitro es muy duro. Hay que conocer perfectamente las jugadas y procurar no equivocarte en tus decisiones.

-¿Echa mucho de menos los terrenos de juego como futbolista?

-Por supuesto. Lo que pasa es que yo ya tengo 44 años y ya no puedo serlo. Yo veo a la gente jugando y recuerdo mucho mi etapa cuando viajábamos con el Pozo Murcia y con el Garvey, hace ya tiempo, que nos recorríamos España entera.

-Ahora que tiene la experiencia de un árbitro y de un futbolista, ¿con qué profesión se queda de las dos?

-La verdad es que con las dos, porque me ha gustado ser una cosa y otra. No es por el dinero, sino porque de toda la vida me han atraído las características tanto de jugador como de árbitro. Yo también fui entrenador junto con Younes en los cadetes. Antes tenía tiempo, luego me retiré y arbitro desde entonces los fines de semana en la liga local y provincial.

-Como árbitro, le habrá tocado vivir buenos y malos momentos.

-Momentos duros han sido, y son, cuando los jugadores se pelean entre ellos por jugadas fortuitas, y eso no tiene sentido ni importancia ninguna. Aquí tienes que ser el juez. Mi mejor momento es cuando arbitro las semifinales y las finales. Los demás también me gustan, pero cuando juegan el primero y el segundo, eso es otra cosa.

-¿Aspiraciones como colegiado?

Yo ya estoy aquí estancado, pero mi sueño sería poder arbitrar un partido de Primera División, como uno del Madrid.