Cien millones, cien
Actualizado: GuardarNada más pesado que una persona que prefiera llevar la razón antes que alcanzar cualquier beneficio colectivo, incluso particular. Son esos seres imaginarios que, mientras caen desde una octava planta, en pleno vuelo, dedican su última frase, su última sonrisa irónica, a decir «¿lo ves? Ya decía yo que esa barandilla no era fiable. Si ya lo sabía. Te lo dije». Si esta tendencia de filosofía en chanclas se traslada a instituciones públicas que influyen en la vida, o en los bolsillos, de todos nosotros, la irritación se multiplica. Si ese empeño cuesta cien millones de pesetas, cien, aportados a escote, por todos los gaditanos, la sensación puede llegar a ser parecida al cabreo.
El Ayuntamiento de Cádiz ha dado una exhibición de este movimiento ideológico con una actualización del censo, sin validez legal, que tiene como única finalidad práctica, política y económica eso tan peregrino de tener razón.
Es posible que Cádiz tenga más habitantes de los que reconoce el Instituto Nacional de Estadística. Desde Groucho Marx hasta nuestros días, cualquiera es capaz de desconfiar de los recuentos científicos porque, como las personas que incluye éste, son ajenos a la perfección.
Quizás haya en Cádiz más de los casi 128.000 habitantes que reconoce el Estado. Quizás se acerquen a los 143.000 que el Ayuntamiento ha reunido con osados cálculos sobre habitantes que ocupan casas que estaban vacías cuando llegaron los encuestadores; estudiantes que van y vienen; veraneantes que habían salido un momento a por el pan o ciudadanos que tienen esta ciudad como segunda residencia (puede que sea mejor idea que tenerla como primera).
¿Qué más da?
Pero ante la obstinación del Gobierno local por demostrar su teoría, su cifra, cabe preguntarse qué cambiarían unos dígitos u otros.
El empeño municipal tendría cierta razón de ser si el mayor número de residentes que reclama como real tuviera alguna consecuencia práctica, económica, para la ciudad.
Si la diferencia de 15.000 habitantes entre el censo del Gobierno y el del Ayuntamiento tuviera alguna repercusión cierta, parecería justificada la batalla emprendida desde San Juan de Dios. Pero invertir cien millones de pesetas, cien, para admitir que no tiene trascendencia, que no influye en las transferencias del Estado (que se mueven por tramos y ambas cifras están en el mismo) resulta realmente descriptivo.
Nos ayuda a entender hasta dónde está dispuesto un equipo municipal de Gobierno, el nuestro, para declarar solemnemente aquello de «lo ves, yo tenía razón, te lo dije», sin ningún recorrido práctico más, sin ninguna consecuencia para los ciudadanos a los que representa, pese al coste económico que ha supuesto.
Aunque hubiera costado cinco euros, sería un derroche a la vista de que no sirve, absolutamente, para nada más que para fabricar un titular en prensa o una frase en un mitin. Ya sabemos todos el alcance real que tienen, por desgracia.
El único objetivo de toda esta declaración es responder a un ataque político, convertido en tópico algo caduco ya, que el PSOE convirtió en bandera hace casi diez años.
La leyenda de Castellón
Se trata de responder a esa letanía de que la ciudad se queda desierta, de que se convierte en un geriátrico sin futuro, en un solar sin juventud ni mano de obra, Todo esto fue trocado en el eslogan, parcialmente falso y manipulado, como todos, que concluye: «Los jóvenes de Cádiz se tienen que ir a trabajar a Castellón».
Que el Ayuntamiento haya empleado año y medio de trabajo, más cien millones de pesetas, cien, de todos, en contestar esta idea sólo sirve para confirmar que su obsesión por la propaganda y el pensamiento único, tan denunciado por la oposición, cada vez tiene más de cierto.
Cualquier gaditano con un mínimo espíritu crítico y analítico sabe que la fuga de población de la ciudad tiene poco que ver con la gestión del actual equipo de Alcaldía. Para encontrar las razones de la anorexia del censo local, hay que remontarse a muchos años atrás, a los mandatos socialistas. Contribuyen, además, cuestiones sociológicas, incluso geográficas, que superan con mucho el estrecho margen de maniobra de un modesto Ayuntamiento de una capital de tamaño medio.
La mano que mece la cuna
Puestos a repartir responsabilidades, el PSOE tendría mucho que callar. Los terroríficos niveles de fracaso escolar en Cádiz, la endémica y abismal distancia entre formación profesional y demanda de mano de obra, su incapacidad para mejorar las herramientas educativas tienen mucho más que ver en esa fuga de vidas, cerebros, bebés y juventud que cualquier actuación municipal de los últimos 15 años. Y, por si alguien no lo recuerda, son los socialistas, desde Sevilla o desde la plaza de Mina, los responsables de todas estas políticas desde que los actuales cuarentones gaditanos estaban en EGB.
En vez de preguntarse una y otra vez cuántos somos, el Ayuntamiento haría bien en emular a ese sabio llamado Fofó y preocuparse sinceramente por ¿cómo están ustedes? Cualquiera preferiría una localidad con 50.000 habitantes menos (que pudieran optar por cualquier otra zona de la ciudad de la Bahía) a cambio de recortar a la mitad las tasas de desempleo y abandono escolar, o de elevar unos puntos la renta per cápita.
Decir una y otra vez que la ciudad pierde habitantes no es ningún insulto hacia sus dirigentes locales. Ni siquiera tendrían que sentirse agraviados por ese hecho (pernicioso o no, eso habría que debatirlo) aunque se use como herramienta política por otros partidos igual de responsables, o más, en esa tendencia.
Que nuestros concejales pierdan el tiempo en responder una cifra que, objetivamente, no es mala ni buena no supone ningún problema. Que tiren en esa porfía el dinero que todos ingresamos en San Juan de Dios a través de tasas, multas e impuestos ya es otra cosa. Si se han permitido ese derroche para contestar un ataque inconcreto, inexacto, ante el que ni siquiera debieran darse por aludidos los dirigentes del PP local ¿Qué serán capaces de hacer cuando les achaquen un error político real, demostrable, más o menos flagrante?
Qué miedo.