ESPAÑA

La casa de los líos

Escuchas al Rey, los GAL, el 23-F y el 11-M, principales fiascos del Centro

| COLPISA. MADRID Actualizado: Guardar
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El Centro Nacional de Inteligencia (CNI), heredero del CESID de la Transición, es la gran central española de espionaje encargada de facilitar a las instituciones públicas la información que necesitan para el mejor desempeño de sus funciones. Conocida en el argot de los espías como La Casa, bien relacionada con las grandes agencias mundiales y referencia en inteligencia sobre Latinoamérica y el mundo árabe, tiene prestigio internacional y ha realizado notables aportaciones a la lucha contra ETA y el yihadismo. Pero su imagen se ha visto con frecuencia salpicada por escándalos que han justificado el chiste fácil: también se conoce como la casa de los líos.

El espionaje español tiene dos grandes máculas en su expediente. Su incapacidad para frenar dos de los mayores dramas de la democracia: el golpe del 23-F y la masacre del 11-M. En el primer caso, hay teorías para todos los gustos. Desde que el motín les explotó en la cara sin que se enteraran de su gestación, hasta que miembros de su cúpula alentaron la asonada. La más favorable defiende que conocían los planes y que se integraron en ellos para poder ayudar a desmontar el golpe desde dentro.

En el caso de la matanza yihadista, es claro que no detectaron el mayor atentado de la historia española pese a que participaron de forma directa algunos de sus sospechosos y se preparó durante meses ante las narices de varios de sus colaboradores y agentes. Cierto es también que, con posterioridad, ayudaron a parar otras tramas involucionistas y abortaron graves atentados en ciernes.

Década negra

Su década negra fueron los noventa. Los tribunales condenaron a su jefe de operaciones, Alberto Perote, por interceptar y grabar de 1982 a 1993 de forma ilegal las conversaciones con móvil del Rey, varios ministros y ex ministros, de Adolfo Suárez, de empresarios, políticos y periodistas. El escándalo les costó el puesto al vicepresidente del Gobierno Narcís Serra y al ministro de Defensa, Julián García Vargas.

La venganza de Perote al comprobar que le había tocado pagar a él solo el pato del escándalo fue la filtración urbi et orbe de los informes secretos que dejaban claro que el CESID si no participó en la puesta en marcha de los GAL y la guerra sucia contra ETA, sí al menos estuvo al tanto de todo y no hizo nada por impedirlo.

Entre 1994 y 1998, agentes del CESID también interceptaron las líneas telefónicas de la sede de Batasuna en Vitoria, hasta que técnicos de la compañía telefónica descubrieron los pinchazos en una revisión del doble techo del piso. Los dos máximos responsables de esa época, Emilio Alonso Manglano y Javier Calderón, se libraron de la cárcel por los pelos, por falta de pruebas, pero el primero de ellos tuvo que dimitir.

Su mayor escándalo en este siglo fue el caso del topo Roberto Florez. El espía está acusado de haber sido agente doble para los rusos de 2001 a 2007 y de haberles vendido informes clasificados que les permitieron abortar la puesta en marcha de una red de espías del CNI en ese país y conocer la identidad de varios agentes. El caso se dio a conocer por el propio Saiz en rueda de prensa, en un hecho sin precedentes.

La última actuación polémica del CNI les ha costado el puesto a los dos principales herederos de los hermanos Castro en Cuba -Felipe Roque y Carlos Lage- y ha abierto un conflicto diplomático entre ambos países. Cuba conoció el poco aprecio que ambos tenían a los Castro gracias a la grabación de conversaciones encargadas a un tercero por espías españoles.