«No puedo dormir sin leer aunque sea un puñado de líneas»
La última ganadora del Premio Planeta abrió los Cursos de Verano con una ponencia sobre el valor de los libros
| CÁDIZActualizado:La lista de motivos es infinita, y está sembrada de contradicciones. Juan Rulfo empezó a leer porque quería estar solo, y Cortázar porque era la mejor manera de no estarlo. Jack Kerouac se sentía más cerca de sí mismo, y Oscar Wilde más lejos. Ángela Vallvey, ganadora del Nadal y flamante último Premio Planeta, desgranó ayer en La Bomba las razones por las que ha convertido «la apología descarada de la lectura» en uno de sus objetivos vitales. Lo hizo en la conferencia inaugural de los Cursos de Verano de la UCA, una cita que en 2009 reúne 34 propuestas, a las que ya se han apuntado más de 1.000 alumnos y que trata temas tan variados como la ordenación del territorio del espacio gaditano, los retos y riesgos de los avances científicos, el paisaje como elemento artístico, la botánica de Mutis o la reforma constitucional.
«Siempre es un placer estar en Cádiz, un lugar en el que un poeta puede coger la luz a puñados y hacer con ella lo que quiera», comenzó Vallvey, quien reconoció que la poesía fue su primer «bastón literario», el pilar en el que comenzó a apoyarse cuando se dejaba ganar por «la tristeza, la lenta observación de la belleza del mundo o la melancolía». A partir de ahí, «el acto de leer se convirtió en costumbre, la costumbre me forjó el carácter y el carácter condicionó mi porvenir, así que decidí transformar mi pasión en mi profesión».
Vallvey es partidaria de la teoría lorquiana de que se es escritor por cierta inquietud innata, pero también porque se realiza un esfuerzo personal, porque se apuesta por un empeño «que exige de formación, horas y sacrificio».
«Para mí, como para San Agustín, no hay nada tan fatigoso como no trabajar, así que sólo con trabajo y con placer fui arrancando los tesoros que encierran los libros, para luego llevar esas esencias a los míos», argumentó. La lectura y la escritura han acabado siendo «dos obsesiones particulares», hasta el punto de que la autora de Muerte entre poetas no puede dormir «sin leer, aunque sea un puñado de líneas», y siente un verdadero complejo de culpa si la inspiración no le pilla trabajando. «¿Para qué sirven los libros en estos tiempos de globalización, de gripe porcina, de internet, clonación y telerealidad?», se preguntó Vallvey. «Para lo mismo que han servido siempre: desde que se inventaron han sido el único elemento verdaderamente eficaz para transmitir valores y conocimientos».
Para finalizar, la escritora defendió también la vigencia del libro como objeto. «Siempre me ha parecido un diseño perfecto, como en de las mesas, las sillas o los vasos», recalcó. «Puede que el e-book gane peso en el mercado, pero creo que ambos soportes están condenados a entenderse y convivir, porque siempre habrá quien prefiera sentir el tacto del papel en las manos».