'Millenium'
Actualizado:Es verano, y ando como usted y como media humanidad enfrascada en los asuntos de Lisbeth Salander, esa nueva y un poco desagradable heroína cuyas excentricidades y secretos contados por Stieg Larsson nos han vendido como el summum de la modernidad literaria. Me queda por leer el último, el que salió la pasada semana y si completo la trilogía será más por el estúpido prurito de «yo también leí los tres» que me salvará más de una conversación de sobremesa, en este mes que hoy empieza, que por la calidad narrativa o por el interés que como novela policíaca pueda tener lo de Millenium. Me parece un espanto, por decirlo claramente. Confieso que me gustaban más Dan Brown y toda aquella saga de illuminati que descubrían el Santo Grial hasta en las tapas de los yogures -en el logo de Macdonald, en la Sirenita, en el Rey León- porque me parecían más lectura de tumbona y playa y porque no me sobresaltaban tanto como la violenta enana tatuada y su peculiar forma de tomarse la vida y de aplicar la justicia. Y porque si hay algo que realmente me preocupa de ella es que hay quien ya la santifica como la nueva feminista, como modelo de una nueva generación exportada de Suecia, como la nueva Pipi Langstrum de nuestra infancia -salvando todo tipo de distancias- como la nueva Eva del siglo veintiuno.
No puedo soportarlo. No me gusta Lisbeth Salander, Mikael Blomkvist logra irritarme constantemente porque me parece un pusilánime, me horripilan los ambientes oscuros y húmedos en los que siempre se mueven, me dan asco los Billy Pizza Pan que comen a todas horas... es un auténtico culebrón, pero por lo menos no me aburre tanto como las elecciones al Consejo Local de Hermandades y Cofradías. Algo bueno tenía que tener.