Editorial

Dolorosa muerte

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E l fallecimiento de la madre de 20 años que, aquejada de gripe A, no pudo sobrevivir al nacimiento de su bebé dibujó ayer un retrato desgarrador sobre la permanente lucha que libran la vida y la muerte. No es posible ponerse en la piel de una mujer tan joven que, ilusionada por el ser que atesoraba en su vientre, vio cómo su estado de salud se deterioraba hasta conducirla a la muerte. Pero las circunstancias vividas por la fallecida no deberían proyectar sobre el virus A/H1N1 un temor social desproporcionado respecto a la naturaleza del mal y al grado de extensión de la epidemia. Es sabido que la gripe estacional provoca cada año muchos más desenlaces fatales de los que la incidencia de la gripe A está causando desde su detección en México, por lo que conviene recordar que el problema sería verdaderamente acuciante si en el tránsito geográfico o temporal el virus de la nueva pandemia mutara a una versión más virulenta de sus efectos o de más fácil transmisión. Por otra parte, la mundialización de la enfermedad está obligando a las autoridades sanitarias de cada país a optimizar los recursos disponibles en el diagnóstico y cuidado de las personas afectadas, más que en la prevención de contagios imposibles de controlar. Si la extensión de la gripe A sigue como hasta ahora y si, como es de desear, no evoluciona hacia otro virus, las sociedades del hemisferio norte se enfrentarán en cualquier caso a un problema de alcance, aunque no sea alarmante: la definición de los criterios de vacunación contra la nueva gripe, una vez que las dosis estén disponibles. El problema parte de que la nueva gripe obliga a identificar grupos de riesgo que se mantenían al margen de las prioridades contempladas en los planes de vacunación frente a la variante estacional. La constatación inicial de que los jóvenes veinteañeros podrían ser más susceptibles de contagiarse que sus mayores situará, también a las autoridades sanitarias en España, ante la necesidad de ampliar hasta tal punto los grupos de riesgo que sería necesario racionalizar al máximo las medidas a adoptar para el otoño. Porque, hoy por hoy, una vacunación prácticamente universal sería tan costosa como absurda.