Ya no hay Tirano Banderas
Actualizado: GuardarEl ‘culebrón Zelaya’ ha estallado ahora que España conmemora el Bicentenario de las Independencias latinoamericanas de comienzos del siglo XIX. De manera inesperada reaparece el fantasma del caudillo: el Tirano Banderas. Como el personaje de la vieja obra de Valle-Inclán, el golpista Micheletti no da la talla y se encoleriza cuando se le lleva la contraria. Pero ahí se acaba el parecido. En esta farsa, ni Zelaya ni Micheletti son el villano, sino personajes del ‘establishment’ algo fuera de lugar. El primero, intentando perpetuarse en el cargo mediante un referéndum de legalidad dudosa. El segundo, ocupando el cargo a punta de pistola. Los dos se han saltado las formas, y ahora el desaguisado se tiene que arreglar desde fuera.
Que el rechazo a la aventura militar hondureña haya puesto de acuerdo a todos –a Chávez y Obama, a Uribe y Lula, a la UE y la ONU, y hasta al Gobierno español y al PP - es algo que tranquiliza, pero que inquieta a un mismo tiempo. Porque estos consensos tan amplios y enérgicos siempre esconden algo: de hecho, planes diferentes para Honduras y para la región, tanto en el modelo político como en lo económico. Nadie está hablando ‘sólo’ de Honduras, al fin y al cabo un olvidado Estado con poco más de siete millones de almas y 4.000 dólares de renta.
Tal vez fue la pobreza de su país lo que hace meses llevó a Zelaya a rebautizarse a la ALBA de Chávez. Ahora, la crisis hondureña debería reconvertirse en una buena oportunidad para encontrar en la región un lenguaje común, pragmático, ni ideológico ni testicular, para aunar democracia y desarrollo.
La Organización de Estados Americanos (OEA) es la institución clave, en la que España, como influyente miembro observador, puede contribuir a ello. El presidente Zapatero lo ha entendido bien: mucho de la solución pasa por Washington, antiguo profesor del Ejército hondureño y sede de la OEA. Éste es un nuevo test que va a poner a prueba la capacidad de los múltiples foros latinoamericanos para presionar de manera exitosa.
Con todos en su contra, Micheletti no tiene futuro. Pero la alternativa es también incierta, si el Congreso y la Corte Suprema hondureños cierran filas en torno al nuevo presidente hasta las elecciones de noviembre. Así que las sanciones no son la mejor solución para el pueblo hondureño, atrapado entre huracanes y maras. Lo bueno sería que de ésta salgan ganando todos, y entonces ya habría algo que celebrar en el Bicentenario.