ANÁLISIS

A la sombra

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B ernard Madoff ha sido un artista de las finanzas, un malabarista de los ahorros y un virguero de la inversión. El hecho de que aplicase su arte al mal y sus virguerías a destrozar ilusiones le califican, pero no disipan la perplejidad. Nunca nadie consiguió engañar tanto, a tantos y durante tanto tiempo. ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo evadió los controles de las autoridades y disimuló sus artificios a los reguladores e, incluso, a sus más allegados? Yo todavía no me lo explico y la sentencia dictada ayer contra él no lo aclara con nitidez. Además, el atiborrado club de los cautivados por Madoff no constituyen una recua de pobres gañanes, ni una caterva de incultos apostadores de barrio. Son la flor y la nata de las finanzas mundiales; los mayores banqueros, los más ricos propietarios. No está nada mal. ¿Son muchos 150 años para purgar sus culpas? Sí, es toda una vida, que no podrá ofrecer a la Justicia. No obstante, si se divide el monto total de la estafa por los años recibidos como castigo se obtiene una cifra que, estoy seguro, muchos aceptarían con gusto a cambio de doce meses a la sombra, en régimen de pensión completa.

Madoff es el mejor exponente de una era de inflación de avaricia y de generalización del abuso. Tanto es así que los gobiernos se han visto obligados a aplicarse y modificar las reglas del juego financiero para estrechar el margen de maniobra de la rapiña. ¿Evitarán estos esfuerzos la clonación futura de nuevos Madoff? Ni lo sueñen. Siempre habrá gente muy lista que quiere ayudar, para quienes sobran los controles, y gente lista que quiere aprovecharse y a quienes los controles no son capaces de controlar. Pero es cierto que, en el futuro, será algo más difícil hacer lo que ha hecho Madoff. Ése es el consuelo.