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ESPAÑA

El PSOE se desangra en capitales de provincia y grandes ciudades

La pérdida de apoyos urbanos inquieta a la dirección del partido, que ya piensa en las generales de 2012 Los socialistas sólo ganaron en 21 de los 61 núcleos con más de 100.000 habitantes el pasado 7 de junio

PAULA DE LAS HERAS
| COLPISA. MADRIDActualizado:

El PSOE tiene un problema que trae de cabeza a sus dirigentes: se desangra en las ciudades. Las elecciones europeas del pasado 7 de junio arrojaron un panorama desolador para el partido gubernamental. De las 61 ciudades españolas de más de 100.000 habitantes, sólo sacó cabeza en 21. Y, lo que es peor: hay que buscar con lupa las cinco contadas en las que conservó o ganó algún apoyo.

Si la ventaja del PP en toda España fue de 3,7 puntos, en los grandes núcleos urbanos la distancia se agranda: 16 puntos en Madrid, 19 en Valencia, 28 en Murcia, 5 en Málaga. El contexto de crisis económica podría explicar parte de la debacle, pero no basta. La enfermedad, según admiten los socialistas, es crónica.

Los resultados de los últimos comicios han hecho saltar las alarmas en el cuartel general de la formación por lo aparatoso de la caída. La comparación del porcentaje de voto obtenido en las elecciones europeas con el de las generales de hace tan sólo un año resulta abrumador. Se trata de un ejercicio algo tramposo porque, como recuerdan todos los dirigentes consultados, el comportamiento del electorado socialista varía mucho en función de la convocatoria.

La participación en legislativas de ámbito nacional es vista casi como obligatoria, las autonómicas (y no digamos las europeas) despiertan, en cambio, un interés limitado. Pero todo cuenta cuando se trata de plantear la estrategia para las próximas elecciones.

En Ferraz encuentran pocos motivos para el consuelo. Que el PP pasara de sacar en Madrid 12 puntos de diferencia en las generales a los16 en las europeas entra dentro de un orden lógico; que en Parla o Getafe, municipios obreros y feudos tradicionales del socialismo, el PSOE cayera 4,5 y 3 puntos, respectivamente (16 y 10 si se compara con las europeas de 2004), no. Y ni siquiera en las comunidades a las que José Luis Rodríguez Zapatero debe buena parte de su victoria, Cataluña y Andalucía, las cosas están mejor.

Cierto es que el PSOE obtuvo en 2008 un resultado histórico en la ciudad de Barcelona, pero ya entonces, a la vista de los estudios postelectorales, hubo quien lanzó una advertencia. «Ganamos porque funcionó muy bien el bipartidismo y mordimos a ERC o ICV, pero como en otros muchos lugares perdimos apoyo de los nuestros», admite un destacado miembro de la ejecutiva socialista.

En marzo del pasado año, el PSC consiguió sobrepasar a CiU con una ventaja de 22 puntos y a la suma CiU-PP casi 3. En las europeas, los nacionalistas recortaron su distancia a la mitad, 11 puntos. En Andalucía, el PP gana ya en 17 de las 27 ciudades más importantes.

El caso es que nada de esto es nuevo. José Luis Zárraga, a quien muchos consideran sociólogo de cabecera de Zapatero, asegura que el debilitamiento del voto socialista en las ciudades ha sido una constante en toda la democracia. El final de la era Aznar y la victoria del PSOE en 2004 coincidió con una contención de la sangría y aquello creó, según su apreciación, una «ilusión transitoria de la izquierda»; una recuperación «coyuntural» que en ningún caso logró invertir la tendencia general.

Asunto complejo

El asunto preocupa a la dirección socialista porque, sin el voto urbano, resulta muy difícil consolidar una posición hegemónica. El secretario de política municipal, Antonio Hernando, ha diseñado un plan para intentar ganar terreno en los principales núcleos de población, pero el asunto es complejo.

Ya tras las generales del pasado año se llevó a cabo una reestructuración orgánica encaminada a paliar defectos de forma. Un análisis interno había revelado que las agrupaciones de barrio habían dejado de ser un instrumento de relación con el ciudadano y funcionaban como meros centros de poder interno. La eficacia de la medida está aún por demostrar y en todo caso, dicen sus impulsores, no basta por sí sola.

Desde que aquella debacle de 1995 en las grandes ciudades anticipó la victoria de José María Aznar en las generales de 1996, los socialistas han realizado múltiples estudios. La mayoría explican el fenómeno como una consecuencia del incremento de los niveles de renta, la expulsión de los jóvenes a las periferias de las urbes y el envejecimiento de la población. Pero Zárraga apunta una razón más: «La debilidad o inexistencia del movimiento cívico y vecinal, esencial en las grandes ciudades europeas».

Cuando España vive momentos de alta politización, las cosas mejoran para la izquierda. Durante la Transición, el movimiento ciudadano sustituyó prácticamente a los partidos políticos y, en 1982, Felipe González logró su primera mayoría absoluta.

A la calle

El triunfo de Zapatero se explica, según el sociólogo, porque había millones de personas dispuestas a salir a la calle para manifestar su malestar con el Gobierno (Irak, el 'Prestige') y el entonces secretario general fue capaz de indentificarse y erigirse en «intérprete» de aquellas causas. «Eso es muy difícil de consolidar y dos años después -dice- no existe».

En el seno del PSOE no falta la autocrítica. Son muchos los dirigentes que aseguran que su discurso se ha quedado viejo. «Ya no hay clase obrera, hay clases medias y medias bajas con valores muy distintos a los de antaño, más individualistas», sostiene un antiguo fontanero de Ferraz.

«Nos encanta decir que somos el partido que más se parece a España, pero eso no es cierto en las ciudades». A eso se une la ausencia de pragmatismo. Por más que Zapatero simbolice la izquierda moderna, sus electores no entendieron bien, advierten las fuentes consultadas, que durante su primer mandato se dedicara a gobernar para colectivos minoritarios: homosexuales, inmigrantes, víctimas del franquismo. Quienes apuntan en esta dirección ven con buenos ojos, en cambio, la resistencia numantina del presidente del Gobierno a una reforma laboral que recorte derechos sociales.