Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

Sanlúcar conection

JUAN JOSÉ TÉLLEZ
Actualizado:

Iván no es una isla. La figura del joven capo de la droga detenido esta semana en Sanlúcar de Barrameda durante la Operación Q-7 -llamada así en homenaje al célebre modelo de Audi--, se corresponde con la de otros narcos repartidos por toda la provincia desde el Campo de Gibraltar de los gayumberos al Barbate de los busquimanos: mejor un pelotazo en una sola noche que ganar el pan con el sudor de la frente toda la vida. Esa victoria cotidiana de la moral de frontera sobre la moral de trabajo, del dinero fácil sobre el esfuerzo honrado, la conocen de cerca numerosos profesores que pelean en los suburbios de la supuesta sociedad del bienestar.

No es la primera vez que cae en Sanlúcar un capo de estas características: no hace mucho, empapelaron a Antonio R.R., alias El Marqués, vinculado al siniestro clan del Cagalera y uno de los históricos de la célebre Operación Pitón de 1992. Más de lo mismo: lujo, ostentación y mercado negro de droga. En aquel caso, su hijo se había convertido en heredero del negocio. Igual ocurrió con su socio: al Cagalera, le sucedió su vástago, El Diarrea. De padres a hijos, juntos en la lancha motora. De hecho, entre los minoristas de la cannabis figura alguna que otra abuela con problemas para llegar a fin de mes. Mucha moto y poca sociedad civil, suele ser el paisaje social de Sanlúcar.

En la memoria de la fiscalía superior de Andalucía, que titula el valioso Jesús García Calderón, ya se recoge el criterio de Ana Villagómez, delegada antidroga del ministerio Público, que simplemente asume que las condenas actuales no frenan la avaricia de los capos. Y, de hecho, se está planteando la búsqueda de agravantes, como la utilización de buques para el transporte de droga: el Supremo niega que bajo dicha categoría pueda colocarse hoy por hoy a las acostumbradas zodiacs. Hizo falta varios años de análisis y polémica para que España prohibiera la compraventa de motores fuera borda con potencia superior a los utilizados por las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado: fue entonces cuando los narcos gallegos se refugiaron en Gibraltar, allá a comienzos de los años 90, y fletaron sus ribs para seguir con su trasiego habitual hasta que las autoridades del Peñón cerraron el grifo.

Desde Bonanza a Monte Algaida, ha ido creciendo una aristocracia del trapicheo, con barones conocidos por sus motes históricos, como Chupete Fly o El Lecherito. Mucho miedo y muy poca vergüenza, son las constantes entre los sanluqueños que sufren o protagonizan esta pintoresca industria ilegal de los paraísos artificiales. Muchos niños, de entre los quince mil sanluqueños en edad escolar, de mayores quieren ser paqueteros, sumarse a este río de oro con forma de cáñamo: un oficio y una implicación menor que puede reportar 3.000 euros durante un fin de semana. El trapicheo incluye ocupaciones relativamente tranquilas como la de los guardadores: matrimonios aparentemente fuera de sospecha, como el de Carlos El Simón y su esposa detenidos en septiembre, almacenan la droga hasta que vienen a recogerla sus propietarios. Seis meses atrás, a su vez, durante la llamada Operación Masaco, la Policía Nacional esposó a todo un clan de supuestos narcotraficantes, que reunía a tres generaciones, desde un abuelo de 81 años, a dos de sus hijos junto con sus esposas y un menor de edad que también se encontraba emparentado con dicha familia. ¿Qué modelo alternativo puede seducir a cualquier joven sanluqueño que ha visto como Iván R. O., con tan sólo 28 años, disfrutaba de lujos sin cuento hasta que esta semana él y su banda fueron detenidos con la friolera de tres toneladas de hachís? Un lujoso chalet, con un jacuzzi de tres metros, un automóvil Hummer H2 de 50.000 euros, mobiliario de diseño y un gimnasio, con su correspondiente revólver en la mesita de noche, formaba parte de su patrimonio. Eso sí, tripulaba las lanchas cargadas de droga y presumía de los alijos en el bar. Su segundo invirtió 36.000 euros en simular un planetario sobre el techo de su casa.

Su banda podría haber traficado con 25 toneladas en un solo año, procedente de Marruecos y que entraba por el Bajo Guadalquivir en avionetas y embarcaciones semirrigidas de doce metros de eslora. Otra cuestión estriba en saber cómo la ruta de los narcos a través del rio se mantiene operativa desde hace dos décadas cuando prácticamente se ha logrado abortar el circuito del Estrecho, con mayor vigilancia y eficacia policial. Esa era la denuncia permanente de las coordinadoras contra la droga de la provincia, cuyo portavoz Francisco Mena, ha hecho bien en recordar que esta actuación policial demuestra sus constantes denuncias. ¿Por qué Sanlúcar y el río siguen siendo un coladero? Los periódicos hablan de que, a pesar de las aprehensiones de hachís en la provincia de Cádiz -el 25 por ciento del total de España-allí comienza la autopista de la droga que llega hasta Sevilla. ¿Por qué no llega hasta Sanlúcar el perímetro de vigilancia del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE)? Tal vez sea por falta de ganas o por falta de presupuesto. Pero a falta de sus sensores electrónicos, este relativo fracaso en la lucha contra la droga en esta localidad gaditana también despierta otros recelos. Tal vez también resulte que alguien, quizá a este lado de la ley, anteponga el dinero fácil al trabajo honrado.