Las esperanzas reformistas se apagan
El Parlamento de Irán prepara la investidura de Ahmadineyad en medio de un endurecimiento de la guerra diplomática con Occidente
| ENVIADO ESPECIAL. ISLAMABAD Actualizado: GuardarNo hay vuelta atrás. Ni las protestas en las calles ni las más de seiscientas reclamaciones presentadas por la oposición van a impedir que Mahmud Ahmadineyad sea investido por segunda vez presidente de Irán. El Parlamento adelantó que celebrará la ceremonia entre el 26 de julio y el 19 de agosto, una nueva muestra de la confianza de las autoridades en la decisión final del Consejo de Guardianes sobre los comicios que otorgaron la mayoría absoluta al líder ultraconservador. Pese a reconocer que en al menos cincuenta ciudades del país hubo más votos que electores, nada va a cambiar los resultados oficiales del Ministerio de Interior.
Las autoridades continúan por su camino, pero la oposición va por otro. Aunque la contundente respuesta de policías y paramilitares ha reducido el número de personas que toman parte en las protestas, todo apunta a que no van a terminar, según medios cercanos a los líderes reformistas. La Guardia Revolucionaria mantiene su despliegue de vehículos blindados en los puntos estratégicos de Teherán para disuadir a los opositores, pero por encima de su presencia lo que está haciendo quedarse a muchos en sus casas son las duras imágenes de los heridos desangrándose en las calles que en los últimos días circulan en Internet.
Mir Husein Musaví, que se ha convertido en todo un 'ciberlíder', dado que todos sus comunicados se están colgando en la Red, envió ayer un mensaje a través de su página de Facebook que decía: «Estamos planeando una huelga general. Por favor, ayudadnos con vuestras ideas». El rumor sobre la paralización de la actividad cotidiana lleva recorriendo Teherán durante varias jornadas, pero lo cierto es que la capital vive una doble vida: trabajo por la mañana y manifestación por la tarde. Además, el bazar de la capital, elemento de presión clave en la historia política del país persa, parece de momento inclinado hacia Ahmadineyad, puesto que en los últimos diez días de protestas no ha cerrado sus puertas.
El fervor revolucionario de los primeros momentos, en los que se permitieron las marchas silenciosas, ha decaído tras la veintena de fallecidos y los cientos de heridos y detenidos. Pero junto a Musaví también el clérigo y candidato derrotado Mehdi Kerrubi sigue alentando a los suyos en contra de la orden dictada por el líder supremo, Alí Jamenéi, de detener las manifestaciones. Kerrubi hizo un llamamiento para que mañana se celebre una nueva jornada de luto en homenaje a los «mártires» de las protestas.
Diplomáticos expulsados
El Gobierno continúa con su política de alimentar la sensación de sufrir la injerencia de potencias extranjeras y ayer dirigió sus acusaciones contra el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, quien el lunes pidió la liberación de los detenidos en las protestas. Y la Embajada británica fue escenario de una concentración de seguidores de Ahmadineyad que reclamaban el fin de la intromisión y el cierre de la legación, de la que fueron expulsados dos diplomáticos. Según confirmaron las autoridades islámicas se trata del primer y segundo secretario de la representación de Reino Unido. Londres respondió haciendo lo propio con dos funcionarios persas. Desde Washington, el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, ofreció nuevos argumentos a los fundamentalistas al asegurar en la cadena NBC, que lo que ocurre en Teherán es «el principio del cambio».
Las noticias y las imágenes captadas por los ciudadanos en las calles teheraníes nada tienen que ver con la versión de los medios oficiales que ayer dieron un paso más en su estrategia y entrevistaron en sus informativos a supuestos manifestantes que confesaban estar alentados por la BBC o Voice of America, principal plataforma de la diáspora en EE UU, para cometer actos violentos. Tras la orden de expulsión del país del corresponsal de la cadena británica BBC, John Leyne, ayer se anunció la detención del reportero griego Iason Athanasiadis, que trabaja para el 'The Washington Times', bajo la acusación de realizar «actividades ilegales».