La indignación de Pili y Encarna se desvanece
Actualizado:También Vicenta y Maria José estaban indignadas, ¿que pasaba? Una de las Ministras que pretenden dirigir nuestras vidas, decidió dejarnos sin tinto de verano y caballitas caleteras con piriñaca. Hay poca actividad y la que previsiblemente puede desarrollarse para satisfacción de casi todos, a punto de sucumbir de un puntillazo. El mismo castigo que el otrora gobierno socialista quiso infligir al toro de Osborne. Nunca una prohibición obtuvo el efecto contrario, su indulto y la proyección de una marca que ha sido difundida de modo gratuito es hoy uno de los grandes activos de esa portuense bodega. Si yo fuera hostelero, creaba una marca a base de chiringo y ballenitas varadas en la orilla de la playa, que el gobierno termina por encumbrar la marca a su costa.
Curiosidades de la vida, la Ley de Carreteras fue promulgada el día 29 de julio de 1988 y el día 30 de julio de ese mismo año se publicaba en el BOE la Ley de Costas.
En aquel entonces y a pesar de la Ley de Costas, Sevilla, no podía ser otra, estrenaba flamante chiringuito en plena Plaza de España, como sí el foso que la circunda adquiriese la apariencia de océano y el suelo del despacho de Juan Guerra, fuera de arena blanca y fina, como las de las costas de Cádiz y Huelva. Ese chiringuito, bien montado en las Dependencias de la Delegación del Gobierno Andaluz no afectaba al Dominio Público marítimo-terrestre ni a otras zonas colindantes a ésta, en las que se establecen ciertas limitaciones a la propiedad. Ahora, eso del chiringo se ha trasladado definitivamente a Madrid. Ya despuntaba la zona denominada costa castellana y como a Gallardón se le ponga, mete el cauce del Manzanares por la propia avenida de la Castellana emulando el mejor litoral del país, con las más selectas y variopintas terrazas de verano. Allí son más exclusivos y miran por encima del hombro a los chiringos de cruzcampo y tinto de verano. Pero Madrid es mucho Madrid y no lo digo por la Plaza de las Ventas, lo digo porque por fin la capital del Estado cuenta con chiringuito, ya que así debe ser calificado el despacho del Vicepresidente Tercero. Además, sin problemas de derribo como el del resto del litoral.
El otro día se debatía en el Congreso de los Diputados una proposición no de Ley alusiva a los chiringuitos y no sé, porque no he tenido tiempo de leerla, si en los recovecos de la propuesta se hacía o no referencia al más emblemático de todos los chiringos de actualidad, el de Manolito, como lo llaman sus amigos. Puesto a poner, si lo que la Ley de Costas pretende es poner freno al ladrillo y al hormigón frente al mar, debían haber propuesto ampliar el ámbito de aplicación de la Ley incluso a las zonas del interior, haciéndola extensiva a los que la tienen dura como el cemento armado, la cara obviamente, lo digo por eso del ladrillo, exigiéndole que se les reblandezca para ejercitar cualquier actividad en cualquier espacio de la vida.
Además de las 40.000 familias cuya economía depende de estas encomiables construcciones de quita y pon, su desaparición imposibilitaría que literatos como aquel que lo encumbró un marques, mientras pasaba una tarde de playa a la sombra de un chiringo, por supuesto pluma en mano apuntando ocurrencias del resto de mortales, inmortalizase la frase de la madre de Elizabeth, cuando en plena Caleta gaditana espetó a su hija «Elizabe María te he dicho cienes y cienes de vece que no te meta en el agua una cuarta por encima del coño que te va a jogar».