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El norte contra el sur
| TEHERÁN Actualizado: GuardarTeherán es un planeta dentro del cosmos iraní, pero cuando la capital ruge, el país se estremece. La imagen de sus arterias muestra cada tarde a miles de personas pidiendo la repetición de las elecciones. «Estamos hartos de engaños. Los últimos cuatro años han sido una etapa de humillación. Ahmadineyad ha arrastrado el nombre de Irán por el mundo y ahora nuestros pasaportes no son recibidos en ninguna parte», confiesa un abogado que trabaja con Musaví dentro de una campaña que es aún más intensa y arriesgada en esta etapa postelectoral.
Es la humillación que siente esa parte del país que mira a Occidente. «Irán no es Irak, Pakistán o Afganistán. Esta gente está mucho más cerca de Europa y, especialmente, de Estados Unidos que ningún otro país en la región. Por eso las autoridades tienen vértigo a un diálogo abierto con Obama, porque si abren una embajada y empiezan a conceder visados se verá en dos días a dónde quieren ir los iraníes», opina un diplomático con larga trayectoria en el país persa que sigue alarmado por la escalada de violencia reflejada en los sucesos de estos días.
Hace treinta años, iraníes de toda condición social se unieron para derrocar al sha, pero en pocos meses las fuerzas religiosas eclipsaron al resto de grupos sociales y monopolizaron el triunfo para formar la República Islámica. Gran parte de la clase media y alta optó por la emigración -a Estados Unidos- y los que se quedaron rehicieron sus vidas.
Los dos Iranes, el rico y el pobre, el urbano y el agrícola, el del Teherán norte (con Mercedes y BMW) y el Teherán sur (centro de miseria y mendicidad), han ido distanciándose más y más en las últimas tres décadas. Y la aparición de Mahmud Ahmadineyad en la escena nacional en 2005 no hizo sino polarizar aún más a la sociedad.