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Ahmadineyad busca culpables fuera
El cuestionado presidente acusa a EE UU y Reino Unido de estar detrás de las protestas de la oposición, que se saldaron el sábado con 13 muertos
| ENVIADO ESPECIAL. TEHERÁN Actualizado: GuardarLa oferta de mano tendida de Barack Obama se evapora en el aire de una Teherán en la que aún huele a goma quemada y los ojos escuecen por el gas lacrimógeno. El tráfico vuelve a las calles a primera hora de la mañana y los coches esquivan los restos de la batalla que en la tarde del sábado costó la vida al menos a trece personas -diecinueve, según fuentes diplomáticas- en los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los partidarios de Mir Husein Musaví. Lo que iba a ser una marcha pacífica más de la oposición acabó en un baño de sangre en el que policías y paramilitares volvieron a usar armas de fuego para silenciar la protesta.
Mahmud Ahmadineyad acusó abiertamente a EE UU y Reino Unido de «interferir» en la vida política iraní y de estar detrás de las movilizaciones que mantienen al país en vilo desde la polémica cita electoral del 12 junio. El dirigente ultraconservador aconsejó a Obama y Gordon Brown «enmendar vuestra postura intervencionista». A los pocos minutos de terminar su intervención, el corresponsal de la cadena BBC en Irán recibió la orden de expulsión por transmitir noticias «que no se ajustan a la realidad» y haber violado «el código ético de la profesión». Toda una declaración de principios por parte del sistema islámico a las puertas del reinicio de las conversaciones sobre la energía nuclear y ante la oferta de acercamiento a EE UU lanzada por Obama.
El responsable de Exteriores británico, David Miliband, respondió inmediatamente a Ahmadineyad negando de forma «categórica» cualquier participación de Londres en los graves sucesos de estos días y afirmó que «sólo sirve para dañar la imagen de Irán».
Calles en calma
Las calles de Teherán amanecieron ayer en calma. Como cada día desde que se conociera el resultado de las elecciones, la gente acudió a sus puestos de trabajo, pero esta vez en lugar de hablar de la próxima manifestación, el único comentario eran los muertos del sábado y la brutal respuesta de la Policía y los paramilitares a la concentración reformista. La agencia Fars calificó de «terroristas» a quienes se enfrentaron a las fuerzas del orden e informó de la presencia de milicianos del Muyahidin Jalq entre los manifestantes. El Gobierno también atribuye a este grupo el atentado suicida contra el mausoleo del imán Jomeini.
Las fuerzas de seguridad cumplieron la orden del líder supremo, Alí Jamenéi, de responder «firmemente» a las protestas. La firmeza en Irán se impuso por medio del uso de las armas de fuego y, ante la prohibición de la prensa internacional de cubrir los sucesos, fueron los propios ciudadanos los que con sus móviles captaron las imágenes que en pocos minutos, vía Internet, mostraron al mundo la gravedad de lo ocurrido.
Musaví volvió a mostrarse desafiante y publicó un nuevo comunicado en su web en el que respondía al mensaje del ayatolá Jamenéi afirmando que «no nos oponemos al sistema islámico y a sus leyes, sino a las mentiras y a las ideas desviadas. Solo buscamos una reforma». Todo un pulso a unas autoridades que ya han dejado claro cuál será la forma de actuar si no cesan las revueltas de aquellos que reclaman la repetición de las elecciones.
Además de la presión en las calles, continúa estrechándose el cerco sobre la cúpula reformista. La televisión PressTV informó de la detención el sábado de la hija de Hashemi Rafsanyani, y otros cuatro familiares del clérigo que se opone a Ahmadineyad y que lidera dos órganos tan decisorios como la Asamblea de Expertos y el Consejo de Discernimiento, encargados de elegir al líder supremo y resolver las disputas entre Parlamento y Consejo de Guardianes. La protesta en las calles es un reflejo de la lucha en la cúpula de un sistema en el que aparecen fisuras que muestran dos formas opuestas de entender la República Islámica.