El abrazo de Mari Mar
Las víctimas de la banda, como la hermana de Blanco, se volcaron con la viuda del agente
| BILBAO / AZPEITIA Actualizado: GuardarPaqui es una mujer rota. Acaban de asesinar a su marido y está en una habitación del hospital de Basurto tras sufrir una crisis de ansiedad. De repente, se abre una puerta y entra otra mujer. Nunca han hablado pero sólo con mirarse se percatan de que tienen mucho en común. «Eres la hermana de Miguel Ángel», le reconoce enseguida la viuda del policía. Mari Mar Blanco, hermana del edil del PP de Ermua secuestrado y asesinado, no le responde. No hace falta. Se funden en un largo y emotivo abrazo. Un gesto de cariño y solidaridad que reconforta más que mil palabras.
«Tengo grabada la imagen de hace doce años cuando yo estuve con mis padres en la Residencia de San Sebastián. Acababan de asesinar a mi hermano y necesitaba sentir la solidaridad de la gente. Nos ayudó mucho. Pero no hay palabras que puedan consolar a una víctima», rememora Mari Mar, convertida ahora en parlamentaria vasca del PP, y que sabe lo que es estar en la piel de Paqui.
Los dos hijos y varios familiares del agente Eduardo Puelles contemplan la escena. Los abrazos no les van a devolver a su ser querido pero alivian un poco el sufrimiento. «Me ha agradecido mucho el gesto», explica la hermana de Miguel Ángel Blanco. Mari Mar también vio hace doce años «el túnel negro» que se le abría tras asesinar ETA a su hermano. Pero ha luchado.«Le he dicho a la viuda que tiene dos joyas (sus hijos) para luchar», recuerda la parlamentaria popular.
Un vínculo especial
La viuda de Eduardo recibió más visitas en el hospital bilbaíno. La del 'lehendakari', Patxi López, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, la presidenta del Parlamento Vasco, Arantza Quiroga, el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, o el líder del PP en Euskadi, Antonio Basagoiti, entre otras autoridades y políticos. Pero ninguna le reconfortó tanto como la de Mari Mar o las otras víctimas. Entre ellas se establece un fuerte vínculo de complicidad. «Nos entendemos mejor que con cualquier psicólogo, porque nos une el dolor por haber perdido a un ser querido de manera atroz y cruel», explica la hermana de Blanco.
La familia de Inaxio Uria también es de pocas palabras. Prefieren los hechos. Por eso, cada día 3 recuerdan al empresario asesinado en el mismo lugar de Azpeitia donde murió tiroteado por ETA. Y por eso uno de sus hijos será esta tarde uno de los portadores de la pancarta de la manifestación de repulsa.
Los hijos del constructor del Tren de Alta Velocidad no pudieron acercarse ayer a Arrigorriaga al encontrarse fuera. En su lugar lo hicieron dos sobrinos de Inaxio, Miren y Alejandro, para transmitir su apoyo incondicional a los familiares del policía nacional.
Así lo explican desde la empresa Altuna y Uria, en el barrio azpeitiarra de Loiola, donde asesinaron a Inaxio. La zona permanecía ayer llena de flores, mensajes y velas encendidas. Como la llama de la memoria del empresario, que «nunca se ha apagado». Hasta ayer era el último en la fila de los asesinados. «Ojalá Inaxio hubiera sido el último, pero me temo que no sabemos quién va a ser el siguiente de esta lista», se lamenta su hermano, Imanol, que, a la entrada de la empresa en Azpeitia, no encuentra las palabras para describir lo que siente.
El barrio de Loiola lo conoce bien Sandra, hija del ex edil del PSE de Arrasate, Isaías Carrasco. Allí acudió la joven el pasado 3 de diciembre a dar el pésame a los Uria, bajo el diluvio. Ayer hizo lo mismo en Basurto con Paqui. Está vez la lluvia era sólo sirimiri pero el cielo era igual de plomizo, como si las nubes adivinaran cuando va a ser un día triste.
Junto a Sandra acudió su madre, Marian Romero, otra viuda causada por el terrorismo. Tras saludar y arropar durante casi una hora a los familiares del policía asesiando ambas salen del hospital por una salida reservada a políticos y allegados de víctimas. Las dos abandonan el lugar a buen paso. La hija mayor de Carrasco responde al periodista que no quiere hablar. «¿Cómo me voy a sentir?», se excusa la joven. De nuevo, sobran las palabras.