Más Barroso
| ESPECIALISTA EN POLÍTICA EUROPEA Actualizado: GuardarU no de los asuntos que estos días están discutiendo los Jefes de Estado y de Gobierno de los 27 en Bruselas es la decisión acerca de quién habrá de presidir la Comisión Europea durante los próximos cinco años. No hay quinielas.
El nombre de Durão Barroso es aceptado por los gobiernos de derecha o de izquierda de toda Europa y su nombramiento se da por hecho. Asunto resuelto. ¿O tal vez no?
El balance de los primeros cinco años de Barroso en la Comisión es revelador. Su escaso entusiasmo por un Tratado Constitucional que reducía el peso de los Estados en la Unión en ningún caso ayudó a que los ciudadanos votaran 'sí' en los referendos que se convocaron. Su falta de ambición en lo tocante al proyecto europeo quedó patente en el perfil de la Comisión en este periodo: nunca uno de sus presidentes había ofrecido tan poca batalla a los jefes de Estado y de Gobierno (el ejemplo paradigmático es la desidia con la que defendió el necesario aumento del presupuesto comunitario). Su papel en la respuesta a la crisis financiera pasó tan desapercibido que se llevó los honores alguien tan poco sospechoso de fomentar la integración europea como un primer ministro británico. Fiel a su ideario ultraliberal (menos regulación), ha dedicado su mandato a disminuir notablemente el número de propuestas de la Comisión, colapsando al Parlamento Europeo por primera vez en su historia por la ausencia, en lugar de por la carga, de trabajo. La propuesta de regulación de los 'hedge funds' (fondos especulativos) que hace apenas un mes ha presentado la Comisión hace honor a ese ideario al dejarlos sin regular.
¿Cómo es posible que los Estados estén dispuestos a renovar su mandato? La explicación tal vez sea la docilidad de Barroso. Sarkozy le presentó en el G-20 como 'la suegra', quizás porque le sacan a pasear y poco más pinta. Anécdotas al margen, en los próximos años se impondrá la intervención estatal (o al menos la supervisión) sobre los asuntos financieros. Y por lo demostrado no parece que Barroso sea el candidato más adecuado para llevar a buen puerto esa tarea. La Unión ha encallado, es cierto, pero si recurrimos al mismo capitán que nos trajo hasta aquí no parece posible que evitemos el hundimiento de la nave.