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LO QUE YO LE DIGA

Los manjares de verano

JAVIER LÓPEZ jlopez@lavozdigital.es
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Qué ricos manjares trae consigo el verano. Las sardinas tienen desde hace varias semanas su mejor época del año, bien metidas en grasa. Los jureles, hermosos, miran suplicantes desde el lecho de hielo en escamas de la pescadería. Méteme en el horno, parecen susurrar con la mirada anzuelada en algún lugar que no hay forma de adivinar. Y qué vamos a decir de los boquerones. Fritos o en vinagre. Una delicia, qué gula desencadenan. Qué le voy a contar que no sepa usted. El caso es que con el deseo de saborear unos de éstos me he acordado del anisakis y de la obligación impuesta hace tiempo por el Gobierno de que todos los restaurantes congelen el pescado antes de cocinarlo para asegurar la eliminación del parásito marino. Si no recuerdo mal, fue Bernat Soria quien sacó adelante esta puñetera norma.

Pocos boquerones en vinagre se ha debido de comer este hombre. Llevo toda una vida devorándolos con tanta gula como placer y nunca he sabido de nadie a quien le haya sucedido nada. No diré que no hay anisakis, pero sí que quizá sea este simpático gusano el responsable del excepcional sabor del pescado curado en vinagre. El bicho, si llega a ingerirse, se suele solventar con malestar digestivo y expulsión violenta por las vías superiores e inferiores de los contenidos del cuerpo (humano, claro). Existen casos de alergia aguda en los que pueden darse episodios de muerte, que suele ser punto y final y para la que no se acaba de hallar una cura definitiva. Son poco numerosos. Los que pueden morir por comer cacahuetes o un bocadillo de nocilla tampoco son legión. Y al visionario Soria no se le ocurrió prohibir comer avellanas. Hasta ahí podíamos llegar. Pues nos hemos conformado con el anisakis.