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LA CASA PUERTA

Cincuenta años de coplas

PEDRO ROMERO ciudadanos@lavozdigital.es
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Anclado como un viejo trirreme fenicio en un mar de sueños y aventuras, de cara a su puerto, convertido hoy en jardín con altas y cimbreantes palmeras, muy cerquita de la catedral y junto a su honorable vecino, Emilio Castelar, erudito en elocuencia, se encuentra la peña La Estrella. Santuario de coplas gaditanas y rancios tangos, cuyos compases secretos sólo conocen las altas palmeras y, por encima de ellas, las estrellas.

El mar, las palmeras, el viento de levante y el alma de las coplas del pueblo, reunidos en sección plenaria en la pila de agua bendita de la catedral caletera, acordaron por unanimidad que la nueva peña que en 1959 acababa de nacer se llamara Estrella. Como la estrella de oriente que iluminó el camino de los Reyes Magos. Como la estrella de los navegantes que los guía por los anchos océanos. Como la estrella de mar, símbolo del mundo submarino y prima hermana del erizo caletero.

La Estrella de Cádiz, que vive en su recoleta plazoleta de pájaros cantores ensayando al medio día y tardes de chiquillos correteando como ángeles traviesos; así pasa sus días. Pero cuando se aproxima el carnaval y el gusanillo se apodera de la mente y del corazón, entonces, recibe puntualmente la visita secreta del dios Momo y éste le marca la pauta a seguir. Y ellos, sus socios, sacerdotes adoradores del mítico dios gaditano, sin rechistar, acatan sus órdenes. ¡En el carnaval mando yo, Momo! Y punto.

Por su santuario de coplas de la plaza Candelaria, sus adoradores y aficionados desde hace cincuenta años, como en peregrinación, hemos acudido de todas partes a cantar bajo su bóveda mítica, sagrado recinto de la expresión más culta y popular de un viejo pueblo que medita en músicas y ríe en cantos. ¡Peña la Estrella! Gracias por todo. Has conseguido tu ideario.