El elegido de los pobres
El mandatario ha sacado partido a la lucha contra la corrupción sin que le pase factura su mala gestión económica
| TEHERÁNActualizado:En cuatro años, Mahmud Ahmadineyad ha pasado de 17,2 millones de votos a 24 millones, superando incluso el récord obtenido por el carismático clérigo reformista Mohamed Jatamí.
Licenciado en Ingeniería, profesor en la universidad de Elm-o-Sanat y alcalde de Teherán durante dos años, este hijo de herrero nacido en Aradán, pueblo agrícola situado a escasos cien kilómetros al este de la capital, se define como «el elegido de los pobres» y llegó a la presidencia para «construir una sociedad islámica ejemplar, desarrollada y poderosa» que ahora tendrá la oportunidad de seguir construyendo durante cuatro años más, respaldado por la legitimidad de los datos oficiales y la fidelidad del Basij y la Guardia Revolucionaria.
Por encima de sus polémicos discursos -como el de Colombia, donde aseguró que en Irán no hay homosexuales- y sus referencias sonadas y continuadas al holocausto judío, la carrera nuclear es la piedra angular de su política. Nada más hacerse con el poder resucitó el programa atómico iraní que llevaba siete meses suspendido por el gobierno reformista.
Potencia nuclear
El líder fundamentalista ha logrado a lo largo de estos años llevar a Irán a formar parte del club de las potencias nucleares, una entrada que con el paso de los meses provocaría la transferencia del caso atómico al Consejo de Seguridad de la ONU y la imposición de tres rondas de sanciones.
El ex alcalde, sin embargo, ha defendido siempre el derecho a disfrutar de una «energía atómica con fines civiles» y ha mantenido el puño bien alto desde el comienzo de las distintas reuniones en las que la suspensión del programa iraní nunca ha estado sobre la mesa.
Su primer mandato ha borrado las huellas de la etapa de Jatamí, eliminando toda esperanza de cambios que pudieran significar un giro a Occidente. Y su segunda legislatura arranca con la oferta de diálogo por parte de Obama que pondría fin a treinta años de distanciamiento entre ambas potencias. En política interior, luchará «contra la corrupción y el enriquecimiento ilegal», como adelantó a lo largo de una campaña en la que no dudó a la hora de apuntar a las más altas esferas del sistema.
El Líder Supremo parece confiar plenamente en él, y en Irán es el ayatolá Jamenéi quien tiene la última palabra. Los ciudadanos lo que le piden, sobre todas las cosas, es que solucione la grave situación económica que atraviesa un país con una inflación de un 14%, según el presidente, y un 23,6%, con datos del Banco Central. Un país que pese a ser el segundo productor del mundo de petróleo, se ve obligado a racionar la gasolina desde hace un año.
La economía es la gran losa de un dirigente que ha tenido que cambiar a nueve ministros desde que formó su primer Ejecutivo. Empieza la segunda era Ahmadineyad, marcada por la sombra de la manipulación de unos comicios en los que, por primera vez, la participación masiva de ciudadanos no ha jugado a favor de los reformistas.