Primer paso para cerrar Guantánamo
El tanzano Ahmed Ghailani abrirá los juicios a presos en tribunales civiles de EE UU, una de las promesas de Obama para clausurar la cárcel
| CORRESPONSAL. NUEVA YORKActualizado:El viaje entre Guantánamo y Nueva York lo hizo de noche, en la misma oscuridad con la que ha sido transferido de prisión en prisión desde que fue detenido con toda aparatosidad en Pakistán hace cuatro años. Sólo que ayer al amanecer Ahmed Khalfan Ghailani salió a la luz y se convirtió en el primer preso de Guantánamo que será juzgado por un tribunal civil de Estados Unidos.
Era uno de los requisitos que le habían pedido a Barack Obama sus homólogos europeos, dispuestos a acoger en sus respectivos países a algunos de estos presos pero sólo cuando la Casa Blanca empezara a cumplir con sus promesas de desmantelar la infame cárcel y juzgar a los reclusos en suelo estadounidense.
No es la primera vez que Ghailani es utilizado como arma política. Su detención fue anunciada con gran despliegue el 29 de julio de 2004, horas antes de que el demócrata John Kerry fuera investido candidato para intentar arrebatar la presidencia a George W. Bush. Osama bin Laden remataría la jugada los días precedentes a las elecciones con un vídeo amenazador.
El crimen que convierte al joven de 28 años en un premio político tan valioso es su participación en los atentados contra las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania. Ghailani es originario de este último país. Le habían encargado comprar los componentes para hacer una bomba, que a menudo eran demasiado grandes para transportarlos en su bicicleta. Por eso cuando se le ha acusado de adquirir el camión que se utilizó como misil contra la legación norteamericana lo ha negado vehementemente. «¡Pero si yo no sé conducir!», protestó en suahili durante la vista oral que tuvo lugar el año pasado ante una comisión militar.
Ghailani admite haber alquilado una habitación en el hotel Hilltop de Nairobi donde la víspera se reunieron los terroristas para ultimar los detalles del brutal atentado que dejó 11 muertos y 85 heridos en Tanzania y 212 fallecidos en Nairobi, además de 4.000 heridos. La mayor parte de las víctimas mortales eran ciudadanos nacionales, excepto doce estadounidenses. Las familias de éstos han sido consultados por la Administración Obama para determinar el futuro legal de Ghailani.
Después de culminar su carrera terrorista con ese atentado a los 24 años, el terrorista tanzano voló a Karachi (Pakistán), donde se casó. Su mujer y sus hijos eran parte de las trece personas a las que el Ejército paquistaní acorraló a tiros el día de su detención. Desde entonces visitó un número sin confirmar de cárceles secretas antes de dar con sus huesos en Guantánamo en 2007.
Crímenes de guerra
A diferencia de otros terroristas desafiantes, Ghailani siempre ha mostrado una actitud humilde. Admite haber comprado los componentes para las bombas pero niega saber a qué iban a destinarse, y pide perdón por el daño causado. Una disposición que puede funcionar mejor ante un jurado de Manhattan que ante la comisión militar que revisó su caso en en la prisión de la base cubana. Allí se le acusaba de nueve crímenes de guerra, de los cuales seis conllevaban la pena de muerte.
En los últimos meses otros reclusos antes que él han pasado por tribunales civiles estadounidenses pero más para sellar una condena pactada con el Gobierno que para probar suerte ante un jurado, como sucederá en esta ocasión.
Ghailani forma parte así del primero de los cuatro grupos en los que Obama divide a los 240 presos que quedan en Guantánamo. Además de los que enfrentarán a la justicia en EE UU, otros serán enviados a terceros países y algunos más seguirán enfrentándose a tribunales militares presuntamente «más justos». El problema que queda sin resolver es qué hacer con los cincuenta o cien reclusos considerados peligrosos contra los que no hay pruebas para llevarles ante ningún juez.