Avance popular
Actualizado:Las elecciones al Parlamento europeo brindaron ayer al Partido Popular la victoria electoral que Mariano Rajoy perseguía sobre el PSOE; victoria que se sumó al incremento de los apoyos al centro-derecha en el conjunto de la Unión en detrimento de la izquierda. La diferencia obtenida por la candidatura encabezada por Mayor Oreja respecto a la de López Aguilar –de 3,4 puntos porcentuales con un nivel de participación semejante al de hace cinco años– no puede interpretarse como un cambio definitivo de tendencia. Aunque sí resulta indicativo de que la igualada disputa que ambas formaciones mantienen desde las generales de 2004 bien podría volver a decantarse a favor del PP en los comicios locales y autonómicos de 2011 y en las próximas generales. Además, el escrutinio electoral debilita políticamente a un Gobierno que ya venía sufriendo las penurias de su insuficiencia parlamentaria, evidenciando los límites de la «geometría variable» en la que el presidente Rodríguez Zapatero había convertido su política de alianzas. Pero lo preocupante del resultado es que incite a los dos grandes partidos a proseguir con el tono que han empleado durante la campaña, exacerbando las diferencias muy por encima de las coincidencias que partidos e instituciones han de mostrar, especialmente frente a la crisis.
Junto a la victoria conservadora, que ha ampliado su ventaja respecto a la opción socialdemócrata en el Parlamento europeo, las elecciones celebradas durante los cuatro últimos días en los 27 países de la Unión han mostrado la existencia de sectores influyentes que, desde los extremos ideológicos, coinciden en el cuestionamiento más o menos radical del proyecto comunitario. Todo ello vaticina que la entrada en vigor del Tratado de Lisboa podría enfrentarse a un panorama más renuente a la integración. Además, la baja participación electoral continúa siendo un serio problema para la legitimación social del Parlamento elegido y de las demás instituciones de la UE. Ni la escasa afluencia a las urnas ni el escrutinio de los votos depositados permiten concluir que la Unión Europea sale reforzada de las elecciones de ayer.
La UE tiene ante sí dos desafíos cruciales que deberá afrontar simultáneamente: la respuesta unitaria a los efectos de la crisis global y el compromiso con un marco más integrado para el futuro europeo. Ambos retos emplazan a los Veintisiete a subrayar las necesidades e intereses comunes renunciando a la búsqueda de soluciones unilaterales e insolidarias respecto a los demás socios. Es evidente que una abrumadora mayoría de la ciudadanía europea ve el futuro de los respectivos países en el seno de la Unión, y de una Unión fortalecida de cara al exterior. Pero la ingratitud ante las ventajas obtenidas por la pertenencia a la UE, los recelos respecto al funcionamiento de las instituciones de Bruselas, la demagogia de imputar los males propios a otras instancias y la intermitente aparición de fenómenos de xenofobia constituyen un lastre demasiado pesado para la dubitativa voluntad de los líderes nacionales y para el endeble vínculo que los organismos europeos mantienen con los ciudadanos. El problema de la integración europea no se encuentra tanto en los sectores que se muestran abiertamente contrarios a la Unión, sino en la inconsecuente actitud de quienes dicen ser los más europeístas.
Análisis responsable
La victoria cosechada ayer por el PP en España, tras su regreso al Gobierno de Galicia, invita a todos los integrantes del partido a dar por buenos los resultados del congreso que celebraron en Valencia, destacando de entre ellos el liderazgo asumido por Mariano Rajoy. Por su parte, el veredicto de las urnas obliga a Rodríguez Zapatero y al PSOE a reconocer las limitaciones de una política que se ha mostrado incapaz de dejar atrás a la oposición popular. El éxito del partido de Rajoy no debería llevar a sus dirigentes a seguir poniendo el acento en el cerco a ultranza al Gobierno socialista, desdeñando la moderación que precisa la política española y que anhelan millones de ciudadanos. Pero igual de penoso sería que el PSOE y el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero reaccionasen tras la derrota imprimiendo un acento aún más partidista a su acción. Hace poco más de un año que se inició la presente legislatura, saludada al comienzo como período de distensión. Los partidos políticos tienen la necesidad y el deber democrático de recabar el favor de los votantes, y es lógico que buena parte de su actividad vaya dirigida a tal fin. Pero lo deplorable es que la actuación política e institucional no ofrezca resquicio alguno a la sintonía entre las dos formaciones llamadas a alternarse en el gobierno de España. Los infructuosos esfuerzos realizados por distintos dirigentes socialistas en la noche de ayer para minimizar la trascendencia de la victoria popular y las manifestaciones más exultantes que pudieron escucharse en las filas de sus oponentes deberían dejar paso hoy a una interpretación serena y responsable del escrutinio electoral por parte de las direcciones de ambas formaciones.