Glocalización
Actualizado: GuardarNo sé, querido lector, si cuando lea este artículo su equipo (suponiendo siempre, claro, que éste sea el Xerez) estará en Primera División o no. Entre otras razones, porque cuando lo escribo son las cinco de la tarde (las cuatro en Canarias). Tampoco sé si habrá ido a votar a las europeas. Pero si es usted muy comprometido con la política (y resalto «muy», porque quizá haya que serlo para desplazarse a su colegio electoral un día tan de playa como éste, cuando Bruselas suena tan lejano) y le gusta el fútbol o simplemente se siente orgulloso de tener una ciudad en Primera (que no «de primera»), será posiblemente una de las fechas de su vida en la que lo más local y lo más global ocupen sus pensamientos.
Sólo que tendrá que hacer un enorme esfuerzo, como estoy haciendo yo, para intentar convencerle de que una cosa tiene mucho que ver con la otra. Es lo que el teórico de comunicación canadiense Marshall McLuhan llamó la «aldea global», a lo que también se conoce con uno de esos palabros como «glocalización». La fusión de lo local y lo global. Para el visionario McLuhan, la televisión, además de ser una extensión de la piel humana, une idiosincrasias y culturas y nos comunica a todos en esta suerte de tribu planetaria. Pero a lo que iba. Decía que estoy haciendo un gran esfuerzo por ver reflejos globales en las cosas locales y viceversa. Es el mismo derroche que han tenido que hacer estos días Mayor Oreja o López Aguilar, por citar a los principales actores del star system (la versión española, ya que la más hollywoodiense y espectacular la protagoniza Il Cavaliere), para pedirnos no ya que los votemos; sino que vayamos a votar. Me he visto unos pocos de mítines aquí en Jerez y todos trataban de subrayar lo mismo: el efecto mariposa. Es decir, la importancia que tiene que se apruebe una Ley en el Parlamento Europeo para un jerezano. Que sí, que sí, que afecta a tu vida diaria. Que las decisiones más allá tienen su repercusión más acá. Y si no, acuérdense del euro.