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ANÁLISIS

Resultado con interrogantes

JOSÉ M. DE AREILZA
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E l resultado de las elecciones de ayer permitirá al Grupo Popular Europeo retener la mayoría en la Cámara de Estrasburgo. Ante la severidad de la crisis económica, los europeos han votado sobre todo por esta opción ideológica moderada y no ha tenido excesivo impacto la proliferación de candidaturas experimentales y antisistema. Se confirma así que no existe una alternativa paneuropea extremista para hacer frente a los fallos de mercado y de Estado que han llevado a la crisis.

Sigue siendo preocupante el dato de la abstención, aunque ésta no se ha disparado: los ciudadanos de la Unión han acudido a votar en número parecido a otros comicios europeos. Hay que tener en cuenta que el desapego hacia la política en Bruselas no es tan distinto al rechazo creciente de la partitocracia dentro de los Estados miembros. Aunque el pasotismo ciudadano no es lo deseable, en cierta medida es comprensible ante la vaciedad de las campañas. La elevada abstención, en cualquier caso, hace más difícil justificar en términos políticos la necesidad de transferir más poderes y recursos a la Unión, a pesar de que de la crisis se saldría mejor con un gobierno económico europeo reforzado.

En algunos Estados miembros, las elecciones europeas han hecho tambalear a los gobiernos, como en el Reino Unido o en Irlanda, mientras que en otros el Ejecutivo se ha afianzado, como es el caso italiano, algo inexplicable para los observadores externos. La mayoría de centro-derecha en el Parlamento debería permitir a José Manuel Durao Barroso ser designado de nuevo presidente de la Comisión en octubre, pero también dependerá de la política intergubernamental y sobre todo de que en su momento París y Berlín den luz verde a la reelección. Hace unos días Angela Merkel y Nicolas Sarkozy publicaron un artículo conjunto en el que de forma implícita criticaban la defensa por parte de la actual Comisión de la ortodoxia económica europea y aún es pronto para saber si esta carga de profundidad tendrá consecuencias a la hora de decidir quién ocupará el puesto más importante de la Unión en los próximos cinco años. Será interesante comprobar si los otros dos puestos relevantes en juego, el de presidente del Consejo Europeo (una vez entre en vigor el Tratado de Lisboa) y el de Alto Representante, actualmente ocupado por Javier Solana, reflejan asimismo esta preferencia ideológica que la urnas han expresado.