Sopor sin remedio
Button gana su sexta carrera de siete posibles y pide disculpas por convertir la F-1 en «aburrida»
| ENVIADO ESPECIAL. ESTAMBUL Actualizado: GuardarEl tedio que impone el monólogo contrasta con el bullicio sereno que se vive en el campamento Brawn después de cada domingo de fiesta en la Fórmula 1. Jenson Button ganó otra vez (seis de siete) y el público se aburre porque falta la esencia de cualquier deporte: rivalidad, lucha, enemigos, emoción. Casi siempre son los adversarios los que otorgan la estatura real de un campeón. Pero el inglés se pasea sin réplica por un mundo de tiburones, sin oposición posible. Y el sopor se ha instalado en la F-1. Carreras como la de ayer, plomiza hasta la exasperación, configuran un paisaje siniestro en este 2009. Y Alonso sigue a verlas venir, en tierra de nadie. Cada quince días, el mismo mensaje.
Por su estatus de cenicienta, de último en llegar, de peor escudería de la pasada campaña bajo el paraguas de Honda, hay que llegar hasta la última parada del 'paddock', casi al lado de la puerta de salida, para darse de bruces con el pabellón Brawn.
Mientras las fuerzas vivas de la F-1 se tiran los trastos a la cabeza por poder y dinero en un irracional pulso de la FIA a los protagonistas del espectáculo, en el campamento inglés navega el champán en copas de usar y tirar. No hay exceso en el jolgorio, sino signos del progreso. Al principio de año, Brawn era un folio en blanco con una tira verde fluorescente. Ayer ya tenía medio completo su panel de patrocinadores, firmas que se han juntado al calor de la victoria.
Y por allí flota John Button, el padre de la criatura, antiguo piloto de rallys y propietario de un lavadero de coches, que ahora luce moreno de lagarto, viste camisa rosa abierta hasta el tórax, bermudas y calcetines blancos. Es el símbolo de la felicidad de esta F-1 convulsa que sólo concede alegrías al antiguo hermano pobre de la parrilla. «Cada vez que lo veía, pensaba no puede ser verdad, no puede ser verdad. Ahora me pellizco y digo, es verdad», contaba, gracioso, el nuevo 'súper padre'.
Tedio para el espectador
John Button cree porque su hijo no falla. Jenson Button tiene el mejor coche, sin duda, pero él no comete errores. Un dato que no debe caer en saco roto, porque con el mismo material, Rubens Barrichello no ha ganado ninguna carrera y ayer mismo, traicionó a su sistema nervioso con una explosión gaseosa. Salió fatal, persiguió sombras en una remontada que decretaba la superioridad de su coche en cada curva, y acabó en el desguace después de impactar por las bravas con Sutil.
Nada es lo que parece en la F-1, pero Button da otro perfil. Más fino, menos impulsivo, más suave y ortodoxo en su comportamiento. Salió segundo, aprovechó el desliz de Vettel en la primera vuelta y dijo «hasta luego, Lucas» con una tranquilidad pasmosa. Parece que conduce por los raíles de un scalextric.
Esa ceremoniosa facilidad provoca una sensación tediosa en el espectador. Desprovista de emoción, la Fórmula 1 vale la mitad. Button no tiene ninguna culpa, pero ya ha pedido disculpas este fin de semana. «Lo siento si la F-1 se vuelve aburrida». Lo es. Sobre todo, ayer. Un bostezo kilométrico.
Alonso no se mueve del hemisferio insípido. Hace lo que puede y seguramente más, porque poca gente tiene tan mal perder como él. Pero ni da con la tecla para sugerir alguna mejora inmediata, ni el ejército de ideas de sus ingenieros encuentra la luz para provocar un rendimiento superior del R29. Esta vez acabó décimo, fuera de los puntos, como Raikkonen y Hamilton, en un episodio más de una temporada sin sal.