ANÁLISIS

Naufragio desde Tánger

| UNIV. ABDELMALEK ESSAADI. TETUÁN Actualizado: Guardar
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L as trágicas muertes en el Estrecho ocupan un segundo plano en la prensa marroquí. Es tiempo de elecciones y se debaten en estas municipales para el 12 de junio el control de los ayuntamientos. Al parecer los símbolos que recogen los más de treinta partidos representados, con la balanza, el capullo socialista, el tractor del Himma, con las siglas del PAM, partido de Autenticidad y Modernidad, y así, hasta llegar a otro partido novel, que se hace llamar el de la Esperanza y que tiene como símbolo un avión. Los marginados, olvidados, engañados, estafados... se suben al partido de la patera. Esa misma embarcación que naufragó con más de sesentas sueños mojados. Mientras en Marruecos se debaten las municipales y en España las europeas, otros se debaten entre la vida y la muerte. ¡Qué paradojas! Una breve nota en la segunda página del periódico de más tirada en Marruecos refleja la triste noticia pasadas las 24 horas del trágico suceso: Naufragio de una patera con 60 inmigrantes en el Estrecho de Gibraltar. No se merecían más. El cuerpo del texto incluye toda la terminología hiriente, tales como clandestinidad, color oscuro, africano, subsahariano... y dos inmigrantes marroquíes. Todos ellos salieron desde la bahía de Tánger en Malabata hacia un lugar desconocido de la costa andaluza. Esta vez fue un zodiac de plástico de siete metros de eslora, cargado con 60 personas, según fuentes marroquíes; eran 15 mujeres, tres de ellas embarazadas y ocho menores. Este naufragio tuvo lugar, según las mismas fuentes, a siete kilómetros de Tánger. Sólo 22 de los ocupantes pudieron salvar sus vidas, entre ellos 11 mujeres y 11 hombres, según declaración de los supervivientes. No se conocen los motivos del fatal desenlace, habida cuenta del estado de la mar en calma aquella noche. Un dato a destacar es el elevado número de subsaharianas embarazadas y con menores que pululan por las calles de Tánger. Los traficantes de personas aseguran a sus víctimas, que, una vez en España, les dispensan un trato especial a las mujeres embarazadas o con menores recién nacidos. Las puertas del principal cementerio de Tánger, AlMuyahidin, se encuentra colapsadas por estos subsaharianos, que aprovechan los viernes, día de visita de los familiares musulmanes a sus muertos, para pedirles limosna. Es un triste espectáculo observar a jóvenes de distintos países africanos en sus distintas lenguas y en especial el árabe marroquí, que por cierto ya empiezan a dominar, rogando un trozo de pan con higos o unos dirhams. Así transcurren sus vidas en la mítica ciudad del norte ante la pasividad de los responsables, tanto de Marruecos como de España o quizás de Europa. Tánger hoy por hoy es la última frontera de sus sueños.