Adiós, maratón, adiós
Actualizado: GuardarTendrá que pasar un cierto tiempecito para que nuevamente los sufridos contribuyentes seamos los convidados de piedra del próximo maratón político que tanto empacha y te hace coger una diarrea mental que hasta te provoca náuseas y te entra escalofrío en el cuerpo. Cuando este artículo esté en la calle, habrá finalizado el último maratón de las elecciones europeas y como siempre, habrá vencedores y vencidos. A lo largo de todos estos intensos y pesadísimos días de guerrillas dialécticas y dardos envenenados, sin ton ni son, hemos soportado un rosario de lindeces y de pamplinas de la plaza Mina que nos han hecho pasar vergüenza ajena. Con comportamientos agresivos y verborreas de Jaimito nos han transmitido la sensación de que los unos, los otros, y los otros también: son por el estilo. Como gotas de agua. Igualitos. Sólo se diferencian en la lógica de sus discursos salpicados de sed de poder e intereses partidistas. Con la llegada del siglo XXI pensábamos todos que la cosa cambiaría y que nuestros políticos serían más formalitos y estuviesen mejor preparados para defender nuestros intereses con la misma lealtad y seriedad que ponemos los votantes en las urnas cuando confiamos en tal o en más cual. Como debe ser en democracia, el pueblo va muy por delante de sus políticos, y lo que nos duele y nos jode es que, esa distancia que nos separa, sea precisamente por culpa de sus inoperancias, inutilidad y escaso carisma. Hinchados sus pulmones de vientos de triunfo y de revanchismos se lanzan al ruedo ibérico dispuestos a cortar en sus plazas de taifas orejas y rabo con insultos y descréditos por tal de conseguir el aplauso fácil de sus aficionados donde el salto de la rana, el don Tancredo y la charlotada son premiadas hasta con las patas. Y como esta es la cera que arde uno no sabe ya si encender una vela a Dios o al diablo. Muchos, cansados de tanta parafernalia, no encienden nada. ¡Pasan de todo!.