Partidos
Actualizado:La imagen de la política no mejora. Daba la impresión de que la crisis podía traer la muerte del llamado capitalismo salvaje y propiciar un cierto rearme moral de la actividad política en términos generales. En cierto modo, todos queríamos creer un poco en eso. Recuperar aunque sólo fuera una parte de la confianza perdida tanto en la capacidad de nuestros políticos como en su honestidad. Pero parece ser que están ahí para decepcionarnos. El miércoles pasado Transparencia Internacional presentó su Barómetro Global sobre la corrupción en el mundo. No se trata de analizar casos concretos sino más bien de averiguar la percepción que los ciudadanos tienen del fenómeno. Y en España, los partidos políticos son percibidos como el sector más corrupto de todo el entramado social. Y, en especial, las administraciones locales. ¿La política es decepcionante por naturaleza? Quizá sí.
Al fin y al cabo sólo son nuestros representantes legales y no me extrañaría que tuviéramos los que nos merecemos. Cuantas más vueltas le doy a eso más obvio me parece. Su infamia contamina al resto. ¿Cómo lo permiten? ¿Simple 'esprit de corp'? Hay una especie de farsa generalizada consistente en fingir que al corrupto no se le descubre hasta que ya es tarde. No es así. Al corrupto se le ve. Desde el principio. Sobre todo en las ciudades medianas donde todo el mundo se conoce. Además el corrupto suele ser exhibicionista. Sus abusos son casi siempre de dominio público. Se comentan en los bares con un sarcástico consentimiento muy español. Nunca he entendido esa perniciosa permisividad. Y menos cuando procede de sus supuestamente no corruptos compañeros de partido. En fin, está visto que respecto a este asunto la única esperanza posible radica en aquella malvada sutileza de Mencken: «El placer de verlos derrumbarse compensa y diluye la pena de verlos trepar».