'El faraón' maquilla El Cairo
Hosni Mubarak oculta al líder norteamericano todas las miserias de su falsa democracia
| EL CAIRO Actualizado: GuardarHosni Mubarak ordenó ayer a sus súbditos que no salieran a la puerta de la calle, y obedecieron. Todas las arterias que conducen al edificio de la cúpula dorada de la Universidad de El Cairo, donde el faraón dispuso terciopelo rojo y miles de flores frescas para agasajar a su invitado, estaban desiertas para la ocasión. Y limpias. Y repintadas. Y custodiadas por centenares de soldados con uniformes de blanco impoluto y oro que deslumbraba bajo el sol calcinante. Un Cairo sin tráfico y tan emperifollado parecía cualquier otra capital, pero no El Cairo.
En el chiste del periódico en inglés 'Egyptian mail', un civil se lamentaba de que la comitiva norteamericana no fuera a pasar por delante de su casa, con lo bien que le hubiera venido a su calle aunque hubiera sido sólo un escobazo. Hacinados y en una existencia prácticamente miserable -con un 25% de la población en la pobreza y salarios que, en el caso de un policía de base no alcanza los cien euros- así viven en esta ciudad casi 16 millones de habitantes. Una realidad que Mubarak ha preferido que no vea su ilustre invitado Barak Obama. Como esa otra relacionada con las torturas, las persecuciones o la negación de los derechos humanos, que el presidente egipcio esconde tras una falsa fachada de democracia, que al menos le funcionó con George W. Bush.
Con Obama, Mubarak se ha esforzado en las apariencias. Hace cuatro meses, sacaba de la cárcel al activista pro-demócrata más famoso del país, Ayman Noor, líder del partido Al-Ghad, y ayer le invitó al discurso de Obama. A la salida del evento, era comentario jocoso que una manifestación en miniatura -que pedía el fin del embargo a Gaza ante la cara de todas las autoridades invitadas- podía ser en realidad un grupo pagado por el régimen para simular ante las cámaras un impostado respeto a la libertad de expresión. Otra caricatura, esta vez del Al-Masty Al-Youm, se burlaba de las ansias del Gobierno de El Cairo por quedar bien dibujando a un funcionario, que, al pie de las pirámides, se preguntaba si no era mejor demolerlas porque quizás estaban demasiado viejas para el gusto del mandatario norteamericano.
Los egipcios tienen muy poco que hacer ante el poder omnímodo de su faraónico dirigente, tan avejentado que ayer no pudo salir de su palacio para asistir al discurso. Tampoco estiman mucho a los EE UU, un país que, según una encuesta, un 67% cree que juega un papel negativo dentro del orden mundial. De acuerdo con el mismo sondeo realizado por el College Park de Maryland, el 80% de ellos piensa también que Norteamérica sólo quiere controlar Oriente Próximo para quedarse con el petróleo e imponer su cultura a los musulmanes. Por eso muchos cairotas ayer se quedaron en su casa.