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El ojo que todo no ve

Cada tragedia que ocurre en la zona del Estrecho vinculada a la inmigración clandestina cuestiona la eficacia del SIVE

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
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De 14.405 a 623. Estas cifras por si solas no indican nada si no se les añade las palabras inmigrantes interceptados y se aclara que son los totales de extranjeros irregulares que trataron de entrar a territorio nacional por el Estrecho en 2001 y 2008 respectivamente, pero no tuvieron éxito. Entre ambos datos existe un abismo cuantitativo y una circunstancia que se añadió en esos años: la instalación de las primeras cámaras de vigilancia del Sive en el Campo de Gibraltar.

Era el año 2002 cuando comenzaba a funcionar en la provincia un sistema de control que ha tenido una influencia determinante en el cambio de rutas de la inmigración clandestina. A partir de ese año, el número de embarcaciones que arribaban a la costa gaditana fue descendiendo paulatinamente, frente a la avalancha de cayucos que comenzaban a llegar a las Islas Canarias. Sólo al año siguiente se redujo en más de la mitad el número de interceptados.

Pero ese cambio de planes de los traficantes de seres humanos no ha significado un abandono total del camino más corto: los 14 kilómetros terrestres que separan las ciudades de Tánger y Tarifa si se trazara una línea terrestre entre ambos puntos. La prueba de ello son las pateras que siguen llegando al litoral de Cádiz. Muchas son cazadas en plena travesía por los ojos del Sive, pero aquellas que llegan a la playa y sus ocupantes logran adentrarse tierra adentro sin ser detenidos sí que le ganan la partida a la tecnología.

De peinar zonas en busca de inmigrantes clandestinos saben los agentes de la Guardia Civil del puesto de Barbate. El parque natural de La Breña es el primer sitio donde buscan y cada vez que se desencadena un dispositivo de rastreo, se plantea la misma pregunta: ¿tiene el Sive huecos por donde se cuelan las pateras?

Y siempre se obtiene la misma respuesta cuando se acude a fuentes vinculadas a los Cuerpos de Seguridad: el área del Estrecho es un punto que soporta un intenso tráfico marítimo. Esa circunstancia dificulta la labor de criba para diferenciar las embarcaciones legales, de las que no lo son. Y si en una misma noche, desde la costa de Marruecos, salen varias naves a la vez, esas complicaciones se multiplican.

Una de las estrategias que han llegado a utilizar los traficantes para burlar el Sive ha sido lanzar al agua anzuelos para distraer la atención de las patrulleras. Esos anzuelos son pateras débiles, cargadas de personas que no pueden acceder a un transporte más eficaz, y que son abandonadas en el Estrecho hasta que son detectadas. Mientras son rescatados, otra embarcación, más potente y con menos viajeros, aprovecha para colarse. La diferencia está en el precio que se paga por el billete.

En el tráfico de seres humanos también juega un papel importante la disposición que tenga el Reino de Marruecos de impedir la salida de lanchas. El verano pasado, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, viajó a Rabat para presionar a las autoridades marroquíes. La extensión del Sive hacia las Isla Canarias provocó una reactivación de la ruta del mar de Alborán; la que lleva a las pateras hacia Andalucía Oriental.

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