Clara Usón estará en Jerez por primera vez. / L. V.
CLARA USÓN escritora

«En mi novela quería mostrar que hay heroínas que toman heroína»

La escritora barcelonesa presenta esta tarde en Jerez su premiado libro 'Corazón de napalm'

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Al igual que hiciera el año pasado Gioconda Belli con El infinito en la palma de la mano, la escritora catalana Clara Usón presentará esta tarde en la Fundación Caballero Bonald su galardonado Corazón de napalm, Premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Esta barcelonesa ha llevado a su ciudad natal hasta las páginas de su intrigante novela, una historia de amor de un hijo hacia su madre con tintes trágicos que no puede dejar indiferente a ningún lector.

-Da la sensación de que esta novela evoca a una maldición que continúa...

-Cuando por primera vez me vino a la cabeza el núcleo de esta novela, se me ocurrió la escena de un niño en una playa de Santander -aunque nunca había estado allí- en un día nuboso y rodeado de bragas. Eso que parece propio de una historia cómica, de una astracanada, sabía que era una tragedia, una historia muy triste con tintes de tragedia clásica y teatro griego. Luego fui averiguando cosas -porque parece que una va a averiguando sus propias historias- y vi que era una historia de amor entre un hijo y su madre con resonancias de Edipo, una tragedia de nuestro tiempo. Los conflictos humanos han sido siempre los mismos, cambia nuestras forma de vestir y los zapatos, cómo nos desplazamos, pero lo que nos preocupa y lo que nos hace sufrir: el amor, los celos, el miedo a la muerte... Eso no cambia. Quería emplazar en un tiempo contemporáneo una historia que fuera una tragedia clásica, de ahí lo de la fatalidad.

-Barcelona, como en muchas otras ocasiones, vuelve a verse reflejada en una novela prácticamente como un personaje más.

-En mi caso, la razón es porque yo soy de allí. Es una novela realista y procuro escribir lo que conozco. Recrea años que yo he vivido en Barcelona, como los 80, famosos por la movida madrileña aunque allí también la hubo de otra manera y no se ha hablado de ella. No sé por qué lo harán los demás, en mi caso es porque nací allí. Los lugares condicionan quién eres y cómo eres. Quería mostrar el contraste entre la Barcelona de los 80, que todavía no había recibido ese lavado de cara y ahora es como un parque temático para turistas donde todo es muy bonito y de diseño. Entonces era la Barcelona cutre, la del Barrio Chino, que ahora se llama El Raval y que está de moda entre los turistas. Ahí no se metían los turistas sino sólo los que buscaban prostitutas o drogas. Quería retratar también ese cambio que ha sufrido la ciudad.

-¿Es la primera vez que viene a Jerez?

-Sí, y me hace mucha ilusión porque me dicen que es una de las ciudades más bonitas de España, lástima que voy muy poco tiempo. Todo el mundo me dice que tengo mucha suerte.

-¿Qué supone el Premio Seix Barral para su carrera literaria?

-Es una gran alegría, un reconocimiento a mi trayectoria, un estímulo para seguir escribiendo y una responsabilidad porque es un premio que han ganado grandes escritores como Vargas Llosa, Juan Marsé o Carlos Fuentes y la posibilidad de llegar a más gente, por ejemplo, a Jerez.

-¿Qué es lo que tienen Fede, Marta o Carmen de su creadora?

-Sobre todo, el personaje de Marta, que es la pintora contemporánea, que se gana la vida trabajando para otros, que es algo muy del siglo XXI. Ella hace el trabajo y otros firman. Tiene mucho de mí. Las reflexiones que le atribuyo sobre arte contemporáneo me las hago yo misma. El personaje de Carmen se basa más en personas que he conocido. En los años 80 el enemigo público número 1 era el yonqui, era como un depravado, la caricatura del vicio. Así que quería reivindicar que también era una persona como los demás, que ha tenido la mala suerte de caer en eso. Quería mostrar que hay heroínas que toman heroína, como es el caso de Carmen.

-La historia tiene también un punto de novela negra y de humor.

-Creo que para hacer más llevadera la tragedia hay que salpicarla de notas de humor. En la vida el humor está unido a la desgracia de manera inexplicable. En los momentos más tristes te puedes encontrar riendo. Es conocida la anécdota de Chejov, un escritor al que tengo como referencia: se estaba muriendo de tuberculosis y antes de expirar brindó con champán con el médico. El humor nos permite tomar distancia de las desgracias y hacer que sean más llevaderas. Además, es marca de la casa, siempre me sale.

-La protagonista sufre dilemas emocionales. Se confiesa atea pero piensa mucho en la visión católica del perdón, la culpa...

-Es algo sobre lo que yo también reflexiono. Aquellos que no creemos en el Dios de los católicos, con todo el respeto para los que sí creen, arrastramos la misma ética del catolicismo. Mi personaje, que lo ha vivido porque sus padres son católicos progresistas -que en el fondo son los más éticos-, aunque no crea en Dios, tiene la ética cristiana clavada en el cerebro y está constantemente valorando las consecuencias de sus actos y se hace un lío.

-¿Cree que se le da suficiente importancia a los problemas que se arrastran desde la infancia?

-Los hijos de familias desestructuradas no crecen en un núcleo protector. Creo que le damos poca importancia porque los recluimos en centros de menores y nos olvidamos de ellos. Hablamos de los drogadictos pero no de sus hijos.