Vuelo mortal
Actualizado:La tragedia del vuelo de Air France que cubría el trayecto entre Río de Janeiro y París con 228 pasajeros a bordo, entre ellos dos españoles, se emparenta con catástrofes aéreas tan terribles como la sufrida en Barajas hace apenas nueve meses, aunque en esta ocasión la desaparición del avión cuando cruzaba el Atlántico añade un particular sufrimiento al drama de los afectados. Unas familias que ayer soportaron el infierno de una incertidumbre que llevaba consigo la certeza de la muerte y que se enfrentan a su duelo íntimo conscientes de la dificultad de poder recuperar los cuerpos de las víctimas y de conocer las circunstancias exactas en que se produjo el accidente. Las variada procedencia de los pasajeros del Airbus A-330 ha extendido el dolor por la desgracia, que ha vuelto a conmocionar a millones de ciudadanos que contemplan la fiabilidad del transporte aéreo como una de las garantías del progreso y bienestar de las sociedades avanzadas. Esa seguridad se quiebra inevitablemente ante siniestros tan letales como éste, máxime si la compañía propietaria del avión accidentado es una firma de solvente trayectoria como Air France y si la modernidad del aparato y la óptima preparación de sus tripulantes hacen aún más incomprensible que se haya consumado semejante tragedia. El hecho de que las investigaciones sobre el accidente de Barajas del pasado agosto aún prosigan pone de manifiesto el desafío que supone cada catástrofe aérea y la determinación exacta de sus causas. La posibilidad cierta de que el Airbus fuera engullido por las aguas del Atlántico y las difusas evidencias sobre la existencia de un cortocircuito y otras disfunciones dentro del aparato antes de que se perdiera definitivamente su rastro apuntan a una penosa y complicada reconstrucción de los hechos, sobre todo si no lograra recuperarse la caja negra. Aunque la atribución del accidente por parte de la dirección de Air France a un rayo que habría caído sobre el avión en una zona de fuertes turbulencias puede ser una hipótesis lógica, en ningún caso debe cegar ninguna vía de investigación mientras no existan datos más concluyentes o que permitan desechar otras suposiciones. Las conjeturas sirven para tratar de dotar de algún sentido a lo que provoca un desgarro tan hondo y desconcertante. Pero sólo la veracidad de lo que pueda demostrarse acabará facilitando a las víctimas el tránsito de un duelo como al que se asoman desde se perdió toda noticia de sus seres queridos.