Conmoción y angustia en Río
La mayoría de los pasajeros del Airbus 330 de Air France eran brasileños que viajaban a París y a otros destinos de Europa y Asia
Actualizado: GuardarConmocionados por la noticia de la catástrofe, familiares y allegados a los pasajeros que viajaban en el avión de Air France desaparecido en el Atlántico llegaron ayer al aeropuerto Tom Jobim de Río de Janeiro en busca de algún dato cierto sobre el destino de la nave. «Mi hija Adriana estaba en ese avión. Ella trabaja en Petrobrás (la empresa estatal petrolera brasileña). Iba a Seúl pasando por París», aseguró su madre, Vasti Ester van Sluijs, angustiada por las condolencias que acababa de difundir la empresa aérea, aun antes de dar con el lugar del siniestro.
Del total de 216 pasajeros que iban a bordo del Airbus 330, 80 eran brasileños. Muchos no iban a París, sino a otro destinos de Europa y Asia. Si bien la compañía demoró la divulgación de la lista de pasajeros, en Brasil se conoció enseguida que en el avión viajaban dos ejecutivos brasileños de la empresa de neumáticos francesa Michelín: el presidente de la firma para América del Sur, Luis Roberto Anastasio, y el director de Informática de la empresa, Antonio Gueiros. También cogió el vuelo el presidente de la Thyssen Krupp Compañía Siderúrgica del Atlántico, Eric Heine, que se dirigía a Alemania.
Según confirmó su tío en el aeropuerto, en la nave regresaba a Europa el príncipe Pedro Luiz de Orleáns y Bragança. El joven de 26 años, descendiente y heredero del último emperador brasileño, don Pedro II, había viajado a Brasil para visitar a sus familiares y volvía ayer a Luxemburgo, sitio de residencia. Junto a él viajaban en luna de miel a París la joven médica Bianca Machado Cotta y el abogado Carlos Macario de Melo, recién casados.
Frente a la desesperación y angustia, un pasajero brasileño perdió el vuelo. «Fue un error tonto que me salvó la vida, a mí y a mi amigo», dijo consternado Marcelo Calaca, analista judicial. Su pasaporte estaba caducado. Podía haber insistido, pero pensó que no debía viajar y así lo hizo. Poco después se sorprendió de encontrar en su teléfono móvil unos 25 mensajes recibidos durante la mañana y supuso que algo malo había ocurrido. «Miré la televisión y sentí escalofríos». dijo.