Pasión desbordada
El Gran Premio de Italia es esperado por los seguidores de Valentino Rossi con una emoción y entusiamo que se vive a lo largo de todo el fin de semana
Actualizado: GuardarLlegamos a Mugello, el reino de las pasiones. No hay un lugar como éste en todo el mundo, donde se concentra y se desborda la pasión en un único piloto: Valentino Rossi. La afición italiana vive por y para el as italiano. En el pasado, antes de que el grandísimo Rossi comenzara su escalada triunfal en la máxima categoría, el fervor se repartía entre el propio Rossi, Max Biaggi y Loris Capirossi. La máxima expresión de esta rivalidad la tuvimos en la carrera de 2000, cuando el enfrentamiento entre Rossi y Biaggi se convirtió en el centro de atención de todos.
Rossi llegaba a la clase reina recién proclamado campeón de 250, heredando la estructura de Mick Doohan, y allí se topó con su declarado enemigo Biaggi. Hasta ese momento las disputas entre ambos no pasaban de meras anécdotas, de simples chispazos provocados por el roce de dos personalidades. Biaggi el gran campeón de 250 que llegó a 500 dispuesto a comerse el mundo, pero sin conseguirlo. Rossi la promesa de la velocidad italiana, fresco y directo, sin pelos en la lengua, y que nunca, nunca sintió el peso de la jerarquía. Cuando por fin se encontraron en la misma categoría, fue cuestión de minutos que se provocara el enfrentamiento. Y esa primera lucha se escenificó en Mugello.
Las laderas de este hermoso enclave de la Toscana italiana, entre Scarperia y Borgo di San Lorenzo, se tiñeron con los colores de los pilotos. La afición de Valentino, de amarillo chichón; los fieles de Biaggi, de rojo fuego. Y durante muchas vueltas en aquella carrera el paso de cada uno encendía los ánimos en las gradas. Y para sorpresa de todos, el combate terminó en tablas. Biaggi se cayó en una inverosímil maniobra intentando superar a Capirossi, mientras que Rossi se fue al suelo cuando, a poco para terminar, intentaba escapar en pos de la victoria. Y al final, ni uno ni otro; Loris Capirossi se llevó la victoria.
Pero desde el año 2002, todas las carreras disputadas en Mugello han ido a parar al saco de Rossi. El de Tavulia ejerce un dominio dictatorial en Mugello, y el poder amarillo ha terminado diluyendo el resto de los colores. Sólo Ducati y su rojo pasión defiende una pequeña parcela de terreno en el fondo del valle. El resto del circuito es un amarillo perenne que alfombra las espesas laderas de Mugello, como si, de repente, un halo otoñal hubiera cubierto los bosques en plena primavera. No sólo es el color; los seguidores de Valentino se hacen oír. Rugen de tal manera que el poderoso bramido de las MotoGP en ocasiones parece acallarse.
Y año tras año, a cada triunfo de Rossi, esa pasión termina, literalmente, desbordándose por encima de las vallas y los muros que circundan la pista. En cuanto Rossi gana la carrera, sus seguidores saltan al asfalto deseosos no ya de verlo más cerca, sino también de tocarlo, abrazarlo, hacerle una foto. Es la vuelta de honor más rápida de todo el campeonato, y la más alocada, porque después de todo un fin de semana en sus camper (caravanas), de unos días de calma y sosiego, de callada celebración, porque los miles de aficionados que aparcan sus caravanas en las laderas conviven pacíficamente con los vecinos de la zona, sin mayores conflictos, pero cuando la carrera llega a su fin al filo de las tres de la tarde de mañana, toda esa pasión contenida aflora sin control. Es una pura celebración, miles de escenas que, por repetidas, no dejan de emocionar.
Y una duda: ¿qué sucederá si Rossi no gana este año? Sería algo difícil de asimilar. Y si preguntas a un aficionado italiano te contestaría, a la gallega, preguntándote: «¿Y qué sucedería si el sol no saliera?».
V olvemos a disfrutar del calor, aquí en Italia, en Mugello, en una pista con mucho ambiente y que va a resultar muy exigente con los pilotos. Las previsibles altas temperaturas pronosticadas para mañana supondrán un desafío añadido para los participantes, puesto que hasta ahora el campeonato se ha disputado en condiciones de temperatura más llevaderas, pero aquí en Mugello parece que finalmente ya ha llegado el buen tiempo.
Nosotros llegamos cargados de ilusiones y confianza a pesar de que el resultado de Francia no fue todo lo satisfactorio que esperábamos, pero en el fondo valoramos muy positivamente el trabajo, por encima del resultado final. Hay que quedarse con esto en vez de obsesionarnos con otras cosas, porque sólo de una forma constructiva se consigue avanzar. Además, todavía tenemos presente la grandísima carrera realizada por Héctor aquí el año pasado. Aunque tuviera un final polémico y con malas consecuencias para él por culpa de la discutible maniobra de Marco Simoncelli, Barberá fue aquí el más rápido y el mejor, aunque a veces, en esto de las carreras, sucede que no gana el más rápido.
Lo más llamativo del fin de semana, sin duda, estará centrado en la categoría de MotoGP. La clasificación provisional está igualadísima en las posiciones de cabeza, y después del revés sufrido por Valentino Rossi en Le Mans, estoy seguro que el piloto italiano intentará desquitarse a su manera, ganando, y más delante de su afición. Aquí sólo conoce la victoria desde 2002, y seguramente venderá muy cara su derrota.