Romeros jerezanos embarcando el miércoles. / CRISTÓBAL
Jerez

Ella sigue igual

El autor reflexiona en el siguiente artículo sobre los cambios que ha sufrido la Romería del Rocío en las últimas décadas

| JEREZ Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Después de contar las horas para iniciar un nuevo Camino, todos los rocieros hemos superado ya los nervios lógicos de la preparación de la Romería y de todo el trajín que conlleva el citado evento. Se han vuelto a sacar de donde han estado un año dormitando, por lo tanto, ropas y enseres. Se ha vuelto a repasar una y otra vez todo para que no se nos olvide nada. Se ha repasado también la lista en la que hemos anotado cosas que vamos recordando y que nos tenemos que llevar. Y así hasta última hora.

Cuando llegó el miércoles, los que hacemos el camino y los que no nos volveremos a encontrar en Santo Domingo de una forma distinta a como lo solemos hacer el resto del año, los lunes en la misa de la Hermandad. Llegó la explosión. ¡Los nervios a flor de piel! Ansiamos empezar la marcha que nos llevará a Sanlúcar, divisar ese Edén rociero que es Doñana. A partir de ahí todo se reduce a es estar al lado de la Madre. Ya se siente uno en terrenos de Ella y se otea el horizonte como queriendo descubrir cuanto antes entre los pinos ese nido blanco donde la Madre de Dios nos espera con su mirada baja que nos enamora, con el Divino Pastorcito mirándote de frente, con la cabeza alta, con la pureza en la mirada del que es Hijo de Dios.

Pero, entre tanto, se recuerdan tiempos pasados, personas queridas que ya están disfrutando de la presencia de Ella. Y en ese recordar ojeamos una vez más los álbumes de fotos en los que notamos la evolución que ha tenido la Romería en sí.

Quiero remontarme bastante atrás en el tiempo, concretamente a 1954, hace ya aproximadamente 55 años. Recuerdo cómo la Hermandad de Jerez estaba preparada para iniciar el desfile para su presentación ante La Blanca Paloma. Entonces no existía nuestra carreta del Simpecado. No teníamos casa en la Aldea. Eran los tiempos en que los chozos aún proliferaban, cuando hoy día únicamente -que yo sepa- queda uno en El Acebuchal, muy bonito, pero con la parte trasera modernizada y al parecer perteneciente al establecimiento hotelero que ahí allí cerca, como pude comprobar un día de visita a Nuestra Madre. Tampoco existía por aquellos años en el poblado la luz electrica. El carburo era dueño y señor de las noches marismeñas.

Hasta primeros del 1957 no se empezó a construir la carretera de Almonte al Rocío.

¡Y ha desaparecido el eucaliptal, cobijo de tantos y tantos rocieros humildes, que iban a postrarse ante Ella! Han cambiado muchas cosas. Pero hay una que no ha cambiado: ¡ELLA! Allí Está, año tras año, esperando los manojos de piropos y oraciones, súplicas desesperadas ante graves problemas, agradecimientos contenidas por favores recibidos... ¡Ella y sólo Ella permanece como siempre fue! La que te lee el pensamiento de todo lo que le quieres decir. Y uno, extasiado ante su mirada, no le dice nada. ¡La que te enamora! ¡La que te llena el corazón de una felicidad un tanto extraña,una felicidad que no es normal!

Y así permanece un día y otro, los 365 que tiene el año, esperando nuestra visita. Cualquier día, cualquier mes. Y no sólo en tiempos de Romería. Como dicen las sevillanas, «No puede ser rociero,quien no ha visto a La Pastora en una tarde de invierno, cuando está en la Ermita sola».