Messi besa una de sus botas. / REUTERS Zapatero, Berlusconi y el Rey, en el estadio. / REUTERS
LOS DATOS

Un Barça mágico logra el tripleteBARCELON A 20M. UNITED

Eto'o rompió la final de la 'Champions' a los diez minutos y Messi sentenció tras apabullar al United con otra lección de fútbol y estilo

| CORRESPONSAL. ROMA Actualizado: Guardar
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El Barcelona borró anoche al Manchester United de un modo que nadie preveía, con esa clase tan rara y elevada de algunos equipos históricos que parece fluir sin esfuerzo, con una calma tan asentada que en el Olímpico de Roma se extendió pronto la sospecha de que el partido era suyo, y empleando con seguridad su sentido del juego, generoso y armónico, ajeno a los augurios de la temible presencia marcial de los Red Devils. El Barça fue el mejor, sin paliativos, el mejor de Europa, con creces, ante un campeón que se antojaba invencible y era favorito. Su gesta es por eso doblemente grandiosa. Quedará escrito por mucho tiempo que este Barcelona de Guardiola, un novato en el banquillo ante un monumento viviente como Ferguson, logró el triplete de Liga, Copa del Rey y Liga de Campeones. Es el primer club español que lo consigue, y entra en un club selecto al que ya pertenecen Celtic de Glasgow (1967), Ajax (1972), PSV Eindhoven (1988) y el propio Manchester United (1999).

Es un triunfo completo con más lecturas. El Barça retoma una racha, un ciclo que había iniciado en 2006 con su segundo triunfo en Europa y que ahora se abre diáfano en el horizonte. El fútbol español llega a doce victorias europeas en este trofeo, por encima de Inglaterra e Italia. Le disputaba esta primacía el fútbol inglés, que representa el poderío económico, pero el español, vencedor de la Eurocopa, confirma su momento y que tiene en el Barcelona el motor de la selección. Se jugaba también el Balón de Oro, en clara pelea entre Cristiano Ronaldo y Messi, que quedó casi asignado.

Mal arranque

El Manchester no había fallado ninguna de sus finales, tres oportunidades, tres trofeos. No había perdido en los 16 partidos previos y sólo había encajado seis goles, frente a los seis del Barça. Aunque el club azulgrana había metido 30 y los Red Devils, 18. El Barça llegaba por sexta vez a la cita de su vida. Guardiola, que había perdido tres titulares de cuatro en la defensa, su línea de por sí más débil, optó por Sylvinho en la izquierda, Piqué, y Touré con Puyol. Acertó, aunque al principio sufrió. El Manchester salió muy adelantado, con los cuatro defensores en el centro del campo, y el Barça parecía maniatado. Guardiola movía los brazos para que el equipo saliera del agujero. En el primer minuto, trallazo de Cristiano Ronaldo, que en diez minutos tiró tres veces.

El arranque pintaba mal para el Barcelona, pero el ataque le salió a la primera. En realidad el engranaje no se había puesto las pilas y fue cosa de dos jugadores. Con una velocidad que pilló desprevenida a la defensa del Manchester, el desparpajo de Iniesta sacó al Barça de la aprensión inicial: con su primera incursión llegó al área, dio un pase perfecto a Eto'o, que marcó tras dejar al temible Vidic como un pasmarote. Asombrosamente fácil. Es increíble la confianza que puede transmitir Iniesta, alguien que parece tan frágil. Eto'o lloraba en el córner.

Respuesta al desafío

El desafío entre el equipo más goleador y la defensa más impenetrable ya tenía una respuesta a los diez minutos. Por eso el Barça, confiado ya en su filosofía, se soltó y pudo empezar a aparecer Messi. El Barcelona logró hacerse con el dominio del campo, sin un despliegue aparente de excesiva genialidad, porque desde ese momento fue el Manchester el que entró en fase depresiva. Ronaldo rebosaba adrenalina como si le hubiera caído un hormiguero en la camiseta. Era su partido y se le escapaba. Estaba solo. Park no conseguía entrar en el partido y Rooney adoptó, como siempre, un rol de trabajo sucio y sacrificio. Entretanto el Barça no delineó ninguno de su juegos de espejos con el balón, pero se descolgaba con acciones individuales de peligro y, sobre todo, movía el balón como si lo tuviera imantado. El Manchester, con toda su potencia de fuego reprimida, lo seguía como un espectador.

Ferguson redobló la artillería en el segundo tiempo con Tévez, en lugar de Anderson, decepcionante, pero Henry ya se plantó solo ante Van der Saar a los tres minutos. El Barça robó varios balones con peligro y dio enseguida la sensación de que seguía creciendo a medida que pasaban los segundos. La posibilidad de un cambio de cuento tras el descanso se desvaneció rápidamente. El lobo no iba a aparecer. En el minuto 52 Iniesta caía al borde del área y el lanzamiento de falta de Xavi iba al palo. El United, campeón de Europa, parecía desbordado y como si alguien le hubiera robado la personalidad. Los azulgran le estaban birlando el trono de Europa.

Formidable Piqué

Pasó un cuarto de hora para que el Manchester hilara su primera acción de ataque. Piqué, formidable, resolvió los problemas. A los 65 minutos Ferguson, pétreo salvo por el movimiento facial del chicle, se levantó por primera vez del banquillo. Empezaba a estar nervioso. Parks fue sustituido por Berbatov. Pero el United no tuvo tiempo de ver si algo funcionaba porque la magia del Barcelona se sublimó en el instante inverosímil en que Messi, el pequeño Messi, quedaba suspendido en el aire, inclinado hasta lo imposible, para marcar de cabeza de forma magistral.

El símbolo de lo que ocurría fue una inversión de papeles impensable: ver a Ronaldo como defensor troglodita regateado con clase por Puyol en la línea de fondo. Le tuvo que derribar y se llevó la amarilla. Incluso un veterano como Scholes mereció la roja por una entrada salvaje a Busquets. El Manchester United sabía que ya no era campeón de Europa.