Obama abre el Supremo a los hispanos
Sonia Sotomayor, de origen puertorriqueño, será la primera juez latina en la historia del alto tribunal en sustitución de David Souter
| CORRESPONSAL. NUEVA YORK NUEVA YORK Actualizado: GuardarHubo lágrimas en la sala y júbilo en las calles. La nominación de Sonia Sotomayor como primera juez hispana del Supremo marca un hito en la historia que algunos comparaban con la elección de Barack Obama. «Es la nueva cara de Estados Unidos», decía entusiasmado Jeffrey Toobin, analista legal de CNN, con la foto del primer presidente negro y la primera juez hispana. De los 111 magistrados del Supremo que ha tenido el país, 107 han sido hombres blancos, como 43 de los 44 presidentes, reflexionó. La foto de dos minorías raciales en los puestos más poderosos era sin duda el rostro del cambio.
«Sonia, lo que has demostrado en tu vida es que no importa de donde vengas o el aspecto que tengas, o los retos que te ponga la vida. No hay sueño fuera de nuestro alcance en los Estados Unidos de América», le dijo Obama.
Un país que empieza a aceptar sus diferencias, aunque a menudo sea a regañadientes e incluso a tiros. La decisión del inquilino de la Casa Blanca de romper ese techo del Supremo para las mujeres hispanas le concede también un puesto de honor entre la minoría política que más crece en ese apartado. A ella le debe las victorias de Colorado, Nevada, Nuevo México y Florida que fueron claves para ganar la presidencia.
También George W. Bush intentó conseguir un puesto en el corazón de los hispanos al nombrar a Alberto Gonzales primer fiscal general de la nación, pero su papel de arquitecto legal tras las torturas, las cárceles secretas, Guantánamo y tantas otras infamias dejan poco de lo que enorgullecerse.
A la hora de atacar a la candidata de Obama durante el proceso de confirmación que tendrá lugar en el Congreso, los republicanos se encontrarán con más trabas que enfurecer a los hispanos. Para empezar, fue uno de los suyos el que la puso en camino en 1992 -George H. Bush-, aunque Bill Clinton la ascendiese al Tribunal Federal de Apelaciones de Nueva York.
Eso la convertiría en una moderada que dice creer «firmemente en la letra de la ley», tal y como le gusta oír a los republicanos, reacios a actualizar su Constitución de 1787. Pero por mucho que Obama destaque «sus impresionantes credenciales» , «el rigor de su intelecto» y «su habilidad para proveer respuestas claras a complejas dudas legales», los conservadores la siguen considerando una liberal y evalúan el costo de atacarla.
Sentencias cuidadosas
Los primeros en aplaudir públicamente la nominación de Sotomayor fueron quienes mejor le conocían. El gobernador de Nueva York, David Paterson, afroamericano y ciego, la consideró el rostro del sueño americano al destacar sus históricas sentencias «cuidadosamente deliberadas», dijo. «Como mujer comprometida con la justicia, su nominación nos enfrenta a una gran injusticia: que el Tribunal Supremo de EE UU no refleje la diversidad de la sociedad a la que sirve».
El presidente del condado de Manhattan, Scott Stringer, lo considera «un paso hacia adelante para la nación y su sistema de justicia». Por su parte, el senador Bob Menendez de New Jersey advirtió de que la lucha por la diversidad va más allá de «una foto de familia», pero celebró que Obama haya elegido a una candidata cualificada a la vez que ayuda a traer diversidad a una corte que nunca reflejó de verdad a la sociedad estadounidense».
De los nueve jueces que componen el Tribunal Supremo, Ruth Bader Ginsburg es, por ahora, la única mujer desde que en 2006 se jubilase a los 79 años la primera en servir en el tribunal, Sandra Day O'Connor. George W. Bush la reemplazó por el conservador Samuel Alito. Hasta que llegue Sonia Sotomayor.
Barack Obama había dicho que buscaba a alguien con experiencia más allá de los tribunales y del mundo académico. «Experiencia puesta a prueba por obstáculos y barreras, desgracias y privaciones», matizó ayer. Y sí, de eso Sonia Sotomayor sabe más de lo que desearía.
Nacida de padres puertorriqueños en el sur del Bronx, se le diagnosticó diabetes a los 8 años, perdió a su padre a los 9 y se crió en uno de esos edificios de protección pública, dominados por las drogas y las bandas callejeras, de donde salen pocas carreras. «Mi madre trabajó en dos empleos a la vez para mantenernos», le agradeció emocionada desde el pódium de la Casa Blanca a la mujer canosa que se enjugaba las lágrimas. «A menudo digo que todo lo que soy se lo debo a ella. Y sólo soy la mitad de mujer que ella».
El discurso era emotivo, la juez no había tenido mucho tiempo para prepararlo. La llamada del presidente le había llegado a las nueve de la noche anterior, aunque la decisión parecía estar tomada desde el momento en que la entrevistó el jueves pasado. Dicen que la conexión surgida en esas horas fue imbatible.
Ambos comparten la deuda hacia una madre que los crió a pulso, hacia el país que les dio la oportunidad de salir de la marginalidad, de estudiar en la mejor universidad y de dedicar su vida a las instituciones públicas. Sotomayor se graduó 'cum lauden' en Princeton y luego en Yale, donde estudió a fuerza de becas, mientras que Obama lo hizo con créditos en Columbia y Harvard. Como asistente del fiscal en Manhattan fue una de esas mujeres como las que trabajan para Jack McCoy en la serie de televisión 'Ley y Orden', «persiguiendo los crímenes violentos que devastan a nuestra comunidad», recordó ayer.
Y aunque luego trabajó en un gabinete privado antes de convertirse en juez, ha hecho votos de no olvidarse nunca de las consecuencias reales que tienen sus decisiones en individuos, negocios y gobiernos. «Ese pozo de experiencias, personales y profesionales me ha ayudado a apreciar la variedad de perspectivas que se presentan en cada caso que oigo», confesó bajo la atenta mirada del presidente y del vicepresidente de Estados Unidos. «Es un sentimiento sobrecogedor estar aquí», dijo mirando a su alrededor.
«Hace once años, durante el proceso de confirmación como juez federal del Tribunal de Apelaciones, me dieron un paseo por la Casa Blanca. Fue una experiencia abrumadora para una niña del sur del Bronx. Y a pesar de todo, nunca en los sueños más locos de mi infancia llegué a visionar ese momento, mucho menos éste».