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El hijo pródigo
Socio del Barça desde que nació, Piqué ha regresado a la casa azulgrana tras su aventura en el Manchester para coger el relevo de Puyol como gran 'capo' de la defensa
Actualizado: GuardarMinutos después de venir al mundo, antes incluso de que su nombre figurase en el registro civil, Gerard Piqué Bernabéu ya era socio del Barça. Era el 2 de febrero de 1987 cuando aquel bebé fue acogido en el seno de una familia culé hasta los tuétanos que vivía -y vive- el barcelonismo con la máxima intensidad. Era el primer hijo de Montserrat, una mujer acostumbrada a pensar en azul y en grana porque ella también se había criado en un ambiente similar. Su padre, el abuelo de Gerard, estaba enganchado al club desde fuera y también desde dentro. Y es que Amador Bernabéu, directivo con Josep Lluis Núñez, Joan Gaspart y Enric Reyna, es uno de los hombres más respetados de la entidad y un embajador de lujo fuera de la Ciudad Condal.
Su nieto empezó a dar patadas al balón en el pasillo de casa en cuanto aprendió a caminar. Creció y el fútbol se convirtió en su juego favorito. Pasaba horas con la pelota y el fin de semana escuchaba o veía junto a sus allegados los partidos del Barcelona y participaba de los enconados debates sobre éste o aquel jugador. Con 10 años aún no había pegado el estirón, pero resultaba evidente que aquel niño rubio extrovertido y hablador sería alto, muy alto. En otros casos la envergadura es un problema, pero en el suyo fue una bendición, ya que su poderío físico llevó aparejado desde el principio un sorprendente dominio del balón que le valió para ser útil en cualquier posición del campo. Hoy, sus 192 centímetros le convierten en un faro para sus compañeros y, sobre todo, para sus rivales.
Casi predestinado desde la cuna, Piqué entró en las categorías inferiores del Barça como alevín y, desde entonces, la endogamia culé era casi obsesiva en la saga familiar: su abuelo era directivo, él jugaba al fútbol en las filas blaugranas, en su casa el club era el tema recurrente... Además del resultado de la primera plantilla, Amador Bernabéu empezó a preocuparse también del logrado por su nieto, que fue superando los diferentes escalones del fútbol base hasta convertirse en una de las perlas de la cantera junto a otros jugadores del nivel de Cesc Fábregas y Messi. Con un aire germánico en su aspecto -nada que ver con su carácter, ya que es el rey de todas las salsas-, los técnicos empezaron a pulir aquel diamante en bruto hasta convertirle en una gema sólida que alcanzaba su mayor brillo en el eje de la defensa o como pivote.
Pero el Gran Hermano del Manchester United lo abarca todo y, claro, también detuvo su ojo en ese chico moldeado en edad cadete por Tito Vilanova, el estratega de Pep Guardiola. Fue en la campaña 2003/2004 y en el entorno azulgrana no sentó nada bien que uno de los suyos les diera con la puerta en las narices para transformarse en un diablo rojo. Nadie se lo esperaba y su marcha resultó dolorosa. El periplo inglés, sin embargo, no colmó sus expectativas. Alex Fergusson le dio pocas oportunidades y, tres años después de su llegada a Gran Bretaña, regresó a España como cedido en las filas del Zaragoza. Lo hizo bien y le repescó el United, en el que colaboró para lograr el doblete con los títulos de la Premier y la Liga de Campeones.
«Era su sueño»
El Barcelona supo desde el primer momento que con la fuga de Piqué había perdido a un futbolista de futuro. Por eso sus representantes viajaron a Manchester en el verano de 2008 y le convencieron de que su sitio estaba en la capital catalana, no en Old Trafford. «Todos estamos muy orgullosos. Era su sueño y el de toda la familia, que un día pudiera regresar a su casa, que es el Barça», declaró su abuelo Amador Bernabéu días después de que se confirmara su fichaje por cinco millones de euros. El hijo pródigo volvía para tomar el relevo de Puyol y convertirse en el gran capo de la defensa culé y, también, de la selección. Va camino de ello.