PAN Y CIRCO

Un ascenso cargado de pasión

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No podía haber otro verbo; ni podía haberlo ni se pudo pensar en otra cosa desde el Cádiz porque la Segunda B es como lagar de arenas movedizas que, mientras más tiempo vas permaneciendo en ella, más se hunde uno. Y para ascender se había hecho una plantilla, no muy ilusionante, a qué negarlo, pero acorde con la economía del club: fichar barato, que esta es una constante en Muñoz. También se contrató a un joven entrenador con ganas de cumplir el objetivo que se le había encomendado: el ascenso. Todo lo que no fuera eso, por muy bonito que quisieran vestirlo los responsables, por muchas justificaciones que quisieran ponerle los que no fuesen capaz de ascender, sería un puro y duro fracaso. Afortunadamente, se superó al Real Unión en este doble partido a muerte súbita, y el cadismo ha respirado hondo de alegría, feliz de que la próxima temporada su equipo estará en Segunda División. Y para militar en la categoría de plata habrá de conformar una plantilla competitiva, sentar las bases para alcanzar la Primera División. Uno de los pilares más firmes con que cuenta el Cádiz es la fidelidad de su afición, una hinchada que, contra viento y marea, a favor o contra-marcador nunca le dio la espalda, y contándose, insisto, con este aval es justo y necesario que se haga un esfuerzo económico para reforzar convenientemente un plantel con posibilidades de pelear en el pelotón de cabeza. De momento, se abandonó la odiosa Segunda B, lo que dio paso al cadismo a disfrutar. A propósito de la fiesta que ayer se montó, me llamó la atención tantos niños enarbolando la banderola con los colores amarillo y azul. Quizá, por su edad, no sepan mucha historia de su Cádiz, pero ya ha empezado a escribir la que ayer comenzó a ver y vivir con sus propios ojos y su propia vida. El Cádiz en Segunda. El Cádiz. La avenida se fundió en un solo grito, ¡Cááááádiz!.