vuelta de hoja

La consigna

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El Gobierno cubano ha lanzado un slogan que puede ser válido para muchos otros países, no sólo para el «largo lagarto verde con ojos de piedra y agua». Ellos están más habituados a afrontar la recesión económica y no les pilla de sorpresa: «Ahorro o muerte» es la propuesta que se les hace a los habitantes del país más alegre y más valiente del ancho mundo y habrá que plagiar la consigna, no sin antes ponerse a considerar si ambas cosas, el ahorro y la muerte, no serán la misma.

Existen dos clases de ahorro, como todo el mundo sabe, incluso los que jamás hemos practicado esa virtud. La primera consiste en guardar algo que proceda de gloriosos excedentes y, la segunda, privarse de lo necesario por miedo al día de mañana. Hay ahorros edificados sobre ese pavor que representan todas las renuncias: las copas que no nos tomamos, los viajes que no hicimos, las miradas laterales a los escaparates... Muchos ahorradores occidentales -no es justo equipararlos a quienes no pueden guardar algo de lo que les falta- murieron la víspera del célebre «día de mañana» Sobrevivirle a nuestro dinero quizá sea más doloroso que superar en años de vida a algunos de nuestros parientes más próximos.

La OCDE le está reclamando al Gobierno español una reforma del mercado laboral. Ya sabemos en lo que consiste: en cambiar un puesto de trabajo por ninguno. Antes, quizá tendremos que adoptar la consigna cubana, ahora que Fidel Castro es un zombi. Ha sacrificado a varias generaciones en nombre de la hipotética felicidad de las siguientes. Un soñador para la larga pesadilla de un pueblo. Nuestra situación no es semejante, pero su consigna puede ser adoptada. De momento pensamos que no hay por qué escoger.

Ya tendremos tiempo para ahorrar cuando estemos muertos.