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Jerez

Una ilusión que inunda la ciudad

WAYNE JAMISON wjamison@lavozdigital.es
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D a gusto ver la ciudad estos días, con el monumento del Minotauro vestido con la equipación del Xerez, con numerosos balcones y bares engalanados con banderas azulinas y con la calle Larga repleta de pancartas en las que reza: «Un equipo de primera para una ciudad de primera».

La ilusión por el más que previsible ascenso del Xerez se palpa en toda la ciudad. Es, sin duda, el tema de conversación de moda, incluso para los que no les gusta el fútbol. Todos son conscientes de que estamos ante una oportunidad única de hacer historia, de conseguir una gesta que va mucho más allá de lo deportivo y que beneficiará enormemente a Jerez. Y no sólo a los sectores vinculados directamente a la actividad turística (hoteles, bares, restaurantes, comercios, taxis...). El club paseará el nombre de la ciudad por toda España cada fin de semana, copando minutos en televisiones y radios nacionales y espacios en todos los periódicos. Será, sin duda, una promoción impagable y que hará que en toda España se vea a Jerez como lo que realmente es: una ciudad de primera.

Con ilusión también se supone que vivió ayer el día la alcaldesa, Pilar Sánchez. Aunque en medio de un gran hermetismo y tratando de salvaguardar al máximo su intimidad, la máxima mandataria municipal contrajo matrimonio en González Byass con su jefe de gabinete en el Ayuntamiento. Y lo hizo en una ceremonia civil oficiada por el delgado de Urbanismo, Juan Pedro Crisol. Aprovecho para, como no podía ser de otra forma, desearles lo mejor y que la vida les sonría.

La que seguro que no sonrió ayer, como posiblemente no lo haya hecho tampoco en los últimos cinco meses y medio, fue Juana Romero. Su hijo desapareció en extrañísimas circunstancias el pasado 14 de diciembre. Fue durante un viaje por mar de Ibiza a Palma. Se sabe que embarcó, seguro, pero no lo que pasó entonces, porque nunca llegó a su destino.

Juana asegura que está pasando «un auténtico calvario», que ya no sabe qué más hacer para encontrar a su hijo o al menos saber qué le pasó ese día. Dice que pasa los días durmiendo y dando vueltas sin rumbo por la casa. Y ya no puede más. Por eso ha decidido regresar a Palma. Cree que allí podrá hacer más que desde su casa de La Barca. Lo único que quiere es que no se deje de buscar y que no se cierre la investigación, una investigación que, por cierto, permanece bajo secreto de sumario. Ojalá lo consiga y, sobre todo, que un día de estos, como ella misma reconoce que sueña, la llame su hijo y le diga que se encuentra bien. Sólo entonces podrá volver a vivir.

No puedo cerrar este artículo sin referirme de nuevo al caso Juan Holgado. Esta semana ha vuelto a ser noticia, ya que la Sección Octava del Audiencia Provincial ha decretado su archivo definitivo. Se cierra, por tanto, la vía judicial y ya solamente queda apelar a la voluntad policial para volver a investigar y encontrar nuevas pruebas antes de que prescriba dentro de aproximadamente cinco años y medio.

Nadie discute a estas alturas que pácticamente todo en este caso se ha llevado pésimamente desde el principio. Empezando por la investigación -una de las sentencias lo dice claramente- y pasando por la propia instrucción judicial, que debería ser incluida en los manuales como ejemplo de cómo no deben hacerse las cosas. Porque uno -al igual que otros muchos, supongo- sigue preguntándose cómo es posible que no haya sido posible dar con los autores de un crimen que podría calificarse de casi todo menos de perfecto. No en vano, se encontraron huellas y restos de sangre, apareció una medalla y hasta un mechero que presumiblemente pertenecían a alguno de los implicados en el asesinato... Pero nada de eso ha servido. Los cobardes que mataron a Juan Holgado, en uno de los episodios más negros de la historia local más reciente, siguen en la calle. No me extraña que su familia esté como está. Aunque, qué quieren que les diga, la lucha que todavía mantiene su madre, Antonia Castro, independientemente de las formas empleadas en ocasiones, tiene un mérito tremendo. Y estoy seguro de que no parará, a pesar de que se haya decretado el archivo del caso. Conseguir justicia posiblemente sea una de las pocas razones que le quedan para levantarse cada día. ¡Ojalá tenga suerte!