De niña a mujer
Actualizado: GuardarComo si fuera un circo, nos van creciendo los enanos por todas partes. La niña de Rajoy –a la que menos mal que no dejamos nacer, algo bueno tenía que tener esta política de salud sexual o como se llame– se nos ha convertido en la mujer de Zapatero, la que con 16 años tiene una capacidad de discernimiento y un sentido de la responsabilidad tales que no necesita a papá ni a mamá para decidir qué quiere hacer con su vida.
Que ya nos ha dicho el Presidente que los padres no están para coartar la libertad de sus hijas, ni para interferir en sus decisiones. La niña de Rajoy era una pava que quería nacer en un país muy guay donde podría estudiar con los mejores planes de estudio y encontrar un trabajo fantástico y comprarse la casa de sus sueños. Lo dicho, una auténtica pava.
La mujer de Zapatero puede ir a un hospital y abortar sin necesidad de avisar en casa y también puede ir a la farmacia y comprar la píldora del porsiacaso con los 20 euros de la asignación semanal para chucherías, porque la mujer de Zapatero vive en uno de los países más avanzados de Europa, pertenece a una de las generaciones más preparadas de españoles –eso decía Carmen Calvo ¿no?– y disfruta de derechos amparados por las leyes más progresistas. En el fondo, otra pava. Otra que se ha creído el cuento.
La mujer de Zapatero vive en un país azotado por la crisis, el desempleo, los niveles educativos más bajos del planeta, un país donde las diferencias sociales están creando más barreras que la cacareada diversidad lingüística, un país donde la calidad de vida se sigue midiendo por la cantidad de televisores o de coches o de consolas que hay en cada hogar. Un país de opereta.
Porque la mujer de Zapatero no puede votar, no puede conducir, no puede fumar, no puede beber y no puede dejar de asistir al cole –hasta los 16 años, la asistencia, que no la educación, es obligatoria en es este país– sin que vengan los equipos especializados que tienen las Delegaciones de Educación y que se dedican a la vigilancia intensiva, y la acusen de absentismo escolar y avisen a sus padres y se lleve la bronca del siglo.
Porque los padres tienen derecho a saber qué hacen sus hijos en el horario escolar, no vaya a ser que se estén perdiendo alguna brillantísima lección de estas que acoge la Logse. Lo demás es decisión de los hijos.
Que todo es un sí, pero no. Menudo chasco nos hemos llevado esta semana con las medidas anticrisis que nos prometía el presidente del Gobierno, y eso que a estas alturas, debíamos estar más que acostumbrados a que nos tomen el pelo. Y no quiero hacer leña del árbol caído, pero lo cierto es que cada vez es más evidente que del dicho al hecho hay un largo trecho que ni unos ni otros parecen dispuestos a recorrer.
Ni 2.000 euros para un coche nuevo, ni ordenador para los niños... todo era lo de siempre. Como lo de la pobre Soraya en Eurovisión. Una injusticia o un mamarracho, según se mire.
Menos mal que siempre nos quedará Bibiana para que nos aclare con su atinado y preciso conocimiento de la lengua española –nunca he sido capaz de llegar a semejante nivel de abstracción semántica– que una miembra es una miembra y que lo que he llevado durante nueve meses dentro de la barriga no era un ser humano. ¡Qué horror!.
Eran seres vivos, sí, pero no seres humanos, que eso no tiene base científica. Entonces ¿Qué eran? Podrían ser geranios, arbustos, perros, gatos, o cualquier «musaraña del Arca de Noé» que es como llamaban en la España de los siglos de Oro a los prodigios e ingenios que ingresaban en la corte y que no eran más que locos, enanos, hombres de placer y personas (seres humanos, se entiende) con algún tipo de deformidad física o psíquica que quedaban al amparo de los monarcas y que fueron los auténticos reyes en una España en pleno proceso de transformación, de capital del planeta a culo del mundo, que es en lo que nos hemos quedado desde entonces. Nada nuevo bajo el sol, incluso el examen de prodigios sigue teniendo las mismas preguntas y el mismo temario.
El primer requisito, por llamarlo de alguna manera, para pasar a formar parte de la colección era el de poseer la suficiente deformidad física como para hacer parecer normales a los Austrias, «entre demasía y mengua se divisa mejor la hermosura de lo cabal», escribía Nieremberg, que andaba también al servicio de su majestad. En segundo lugar, el valor podía alcanzarse por la falta de juicio o inteligencia, lo que llenó el palacio de locos, cretinos, simples y dementes. Por último, el oficio de gracioso, de truhán y de charlatán, los convertía en especie protegida.
Hijos, criaturas, enanos
Lo dicho, que nada ha cambiado. Charlatanes, cretinos y enanos. El catálogo de la España cotidiana. Hagan un repaso y vean, si no, las declaraciones de Camps y sus trajes, la magnanimidad del pocero y su avión, la comunión de Andreíta Janeiro o el desnudo de Chiky, la enana –no es incorrección política, advierto– de Gran Hermano que dice haber cumplido un sueño posando para Interviú, que inmortalizada, –como antes los inmortalizó Velázquez o Carreño de Miranda– y consciente de la polémica que provocarían las imágenes coronaba la entrevista con una gran perla «Me identifico con Doña Letizia, porque tampoco lo ha tenido fácil en la vida». Sin palabras.
Y mañana vamos a por el ascenso a Irún. Que lo de pan y circo se queda en un juego de niños cuando se trata del Cádiz –no, no pienso hablar de la esperanza amarilla ni de todas esas cosas que rodean a la afición–. Ya sólo queda esperar un poco más. Con ilusión, como el presidente de la Diputación, Francisco González Cabañas ,quien declaraba a Canal Sur que los momentos previos al partido eran tan ilusionantes como estar esperando un hijo.
¿Un hijo? ¿Un ser humano? ¿Un ser vivo?. Vaya usted a saber.