La cuestión fundamental
Actualizado:A quienes se les ocurra visitar la hemeroteca el día de mañana, que por cierto incluye muchos días, les inscribirán en la sagrada secta de los arqueólogos. Dicen que el papel morirá. Los sepultureros más avispados auguran la defunción de la Galaxia Gutenberg. No sabemos si llevarán razón, pero el fallecimiento no es razonable, ya que aún no hemos leído todos los libros.
A poca curiosidad que se sienta por la Historia se deduce que los contemporáneos nunca han estado en lo cierto. Quizá la vida sea una permanente voluntad de rectificaciones interiores -al menos eso creía Paul Valery- pero el que estudie a toro pasado nuestra época tiene derecho a deducir que fue un tiempo, tan difícil como todos, donde los tontos disfrutaron de grandes facilidades. Dicho de otra manera y con menor reserva: donde había más gilipollas que ventanas. La Junta de Andalucía propuso eliminar algunos de los altos cargos, que son tan prescindibles como innumerables, pero la cosa se ha quedado en nada o en casi nada. Hay tantos altos cargos que aunque el señor Griñán hubiera tenido el valor para prescindir del 50 por ciento, seguirían sobrando la mitad. La virtud de la austeridad, una vez más, ha sido delegada: los pobres deben ejercerla.
La cuestión fundamental parece que es otra. Se trata de saber quién le pagó los trajes a un señor que conocemos por la tele y que nunca nos pareció el árbitro de la elegancia. ¿Su sastre no le cobraba las hechuras o lo más importante era la tela, como siempre? Se asombrarán los estudiosos que visiten las hemerotecas en el futuro. ¿Cómo les dedicamos tantas páginas, mientras el país se hundía, a estos golfos menores? Mientras zozobraba España nos ocupábamos en investigar a los que no daban puntada sin hilo. Eso nos parecía el tema fundamental.