Sea por Unamuno
Actualizado: GuardarCuando en términos cronológicos éramos de corta edad, al salir del Carranza después de haber visto jugar a Juanito Mariana, colocábamos dos piedras y nos entreteníamos un rato con la pelota en cualquier espacio despoblado de la Laguna, hasta que desde la tribuna de arquitos blancos de la carretera entre el Estadio y El Cantábrico nos llegaban alargadas las sombras y nos avisaba el sol: Eh, ps, me voy. Pero nosotros, caminando hasta el barrio, seguíamos en nuestra fantasía emulando a Homero, al que no conocíamos, y en todas las gestas sus héroes vestían de amarillo. Eran nuestras pequeñas historias que dicen los franceses, la intrahistoria, y en esto, la mejor definición para mi gusto, es la de Unamuno. Decía que la historia es la superficie del mar, que cristalizada, no era sino la pobre corteza en que vivimos con relación al inmenso foco ardiente que lleva dentro. Pocos como él cuidaron el estudio de esas pequeñas historias. En Un partido de pelota eleva un episodio de la vida cotidiana a nivel épico, «. Y entonó [Píndaro], con rimbombante trompa, altisonante himno al prepotente Elícegui y al heroico Azpiri, rival de Aquiles, el de los pies veloces». Hacía memoria con esto como si la corta edad no obedeciera a cronología alguna. Como si ese inmenso foco ardiente, por una vez, no dejara cristalizar el mar y saliera su júbilo a la playa y a las calles. Como si el mismo Unamuno, que dijo llegar al alma del pueblo por el lenguaje porque es la expresión de su pensamiento espontáneo, me diese licencia en este poema épico... Iíííííín, cabrón. Como si al caer el sol esos héroes de Homero que los chiquillos siguen viendo de amarillo hubiesen entendido el lenguaje en la arenga de su jefe: «éste es un partido de pelotas...» Y entonó [la Afición], con rimbombante trompa, altisonante himno: «Me han dicho que el amarillo...» Sea por Unamuno (con perdón).