Terminó la luna de miel
Actualizado: GuardarL os actores del drama previsto ayer en la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos y el primer ministro de Israel, habían acordado a través de sus equipos respectivos todo lo necesario para evitar un augurado choque de trenes entre ambos interlocutores en su primera reunión, el cual, si hubiera llegado a escenificarse, habría sido un notición. Pero las diferencias existentes entre Obama y Netanyahu, ahora obvias y delicadamente explícitas, se quedaron tras el telón.
La parte israelí reconoció que hasta las respuestas a las eventuales preguntas incómodas habían sido ensayadas, mientras que Simon Peres, el presidente de Israel, había advertido a Netanyahu de que una abierta confrontación con Washington sería peligrosa para el interés nacional. Y tal es también -ahí está lo relevante- el argumento norteamericano: además del presunto imperativo ético que anima a Obama, el nuevo Consejo de Seguridad Nacional, bajo la dirección del general Jones, ha establecido que resolver la cuestión palestina en términos de equidad es de interés primordial para la seguridad de Estados Unidos.
La prioridad israelí es su seguridad. Entiende para ello que debe mantener su completa superioridad militar en la región y, llegado el caso, bombardear a un Irán pre-nuclear. El dossier palestino puede esperar porque Irán es lo decisivo, lo primero... y lo único. Obama piensa exactamente lo contrario: encarrilar el Estado palestino de modo justo le dará margen ante la opinión árabe y musulmana, que detesta a Israel pero está siendo cortejada por la nueva Casa Blanca, cuyo inquilino, que prepara un mensaje histórico al mundo islámico el 4 de junio en El Cairo, necesita conquistar la calle árabe para derrotar a Al-Qaida y el radicalismo terrorista.
Este es el corazón del problema. El compromiso norteamericano con la existencia segura de Israel no está en cuestión, pero la larga y acrítica connivencia del Estado de los judíos sionistas con la hiperpotencia sí lo está. Israel ha gozado hasta hoy de una bula en cuyo marco todo ha sido posible, pero ahora la Casa Blanca ha hecho saber al viejo socio que no aceptará enterarse de un bombardeo de Irán por los periódicos. Adiós a las relaciones privilegiadas y únicas, a la luna de miel. Llegan días de normalización.