vuelta de hoja

Saber alegrarse

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Hay gente que es triste y otra que está triste, bien por algo concreto o por «la pura pena de no saber por qué». Del mismo modo hay personas privilegiadas por la genética que son contentas y otras que están contentas. Entre las últimas abundan las que para experimentar ese grato y vivo sentimiento necesitan que les haya ocurrido algo malo al prójimo, mientras más próximo mejor. Tampoco escasean los que no saben alegrarse sin romper algo. Los triunfos del Barça, que está haciendo la mejor campaña de su historia, todavía ampliables, han determinado que haya centenares de heridos y de detenidos en las jubilosas Ramblas. Hubo palos para un sombrajo, no sólo para hacerles un toldo a los futbolistas triunfantes.

A Barcelona la llamó Cervantes «archivo de cortesía». No es posible que haya escondido esta virtud para que sólo la conozcan algunos. Toda victoria deportiva exige un derrotado. De ahí la célebre frase que el barón de Coubertin le plagió al arzobispo de Filadelfia: «Lo importante es participar». Está claro que si no se participa no se puede ganar, que es lo que de verdad importa, pero hay muchos salvajes en cualquier latitud que cuando ganan se dedican a destruir algo, ya sean escaparates o las cabezas de la gente que pasaba por allí. Como el conjunto de Guardiola le zurre al Manchester habrá que renovar la mitad del mobiliario urbano de Barcelona.

En épocas futbolísticamente más felices, en Madrid hubo que proteger a La Cibeles, que según Ramón Gómez de la Serna, es Isabel la Católica volviendo de América, y a Neptuno. Ahora la que corre peligro es la fuente de Canaletas. Si los vándalos se afiliaran formarían el club con el mayor número de socios. Aunque rompieran también sus carnés.