La simbiosis perfecta gana la Liga y enfila el triplete
Guardiola ha obrado el milagro: Messi, Eto'o y Henry trabajaron más que nunca para el equipo y marcaron 96 goles entre todos
| COLPISA. BARCELONA VILA-REAL Actualizado: GuardarCon la Liga y la Copa en el bolsillo, ya se puede hacer el primer balance de una temporada histórica para el Barça sin necesidad de esperar a la final de la Champions League. Pase lo que pase el 27 de mayo en Roma ante el Manchester United, nada emborronará un año mágico, el primero de la era Pep Guardiola, el técnico milagro en el que casi nadie confiaba cuando aceptó el cargo sin experiencia. Su principal aval era ser de la casa, conocer el club a fondo en lo bueno y en lo malo. Tampoco se dudaba de su capacidad de trabajo y de su gusto por el buen fútbol, estilo obligatorio en el Camp Nou. Había más interrogantes por averiguar si sabría llevar a un grupo de cracks, algunos de ellos con fama de egocéntricos. Diez meses después, Guardiola ha sacado un excelente en todo e incluso llega a la matrícula de honor en ese terreno más espinoso, en el del trato a las figuras. La clave de este Barça ha sido que Messi, Eto'o y Henry han trabajado más que nunca para el equipo, han corrido como posesos para recuperar el balón, y, sorprendentemente, también han marcado más goles que nunca. Guardiola ha logrado la simbiosis perfecta: el equipo juega para los cracks y los cracks, para el equipo.
Para entender el éxito de Guardiola hay que retroceder en el tiempo. Ya la temporada pasada en el filial en Tercera División despertó la admiración de sus colegas, que al principio lo veían como la estrellita que se la iba a pegar en esa categoría. Pero Guardiola se los ganó hablando con ellos tras los partidos largo y tendido, compartiendo ideas y aceptando los consejos, por poner un ejemplo, del entrenador de la Pobla de Mafumet . Les hizo sentirse importantes. Comenzaron a verle como a uno de los nuestros. Pronto descubrieron que hacía más horas que ellos. Lo vieron espiando personalmente al próximo rival del filial en cualquier grada de Tercera, tomando apuntes sobre el esquema de juego del Cassà de la Selva. «Si uno quiere dedicarse a esto no puede quedarse los domingos comiendo paella en su casa», le aplaudió Jaume Creixell, técnico del Mataró.
Comprobaron cómo sabía transformar a su equipo en función de si jugaba en un campo pequeño o en un terreno de juego de dimensiones más profesionales. Se sorprendieron al encajar goles ante aquel Barça B (hoy Barça Athletic) en jugadas de estrategia. Y le felicitaron públicamente cuando logró el ascenso. Guardiola se había arremangado, entró en el barro, curró y triunfó. Sus compañeros de profesión acabaron aceptándole. «Llega a los partidos preparadísimo», destacó por entonces Santi Coch, técnico de la Pobla de Mafumet. «No tenía el mejor equipo ni el más experto, pero le sacó un gran rendimiento», apuntó el internacional Ramón Maria Calderé, ex del Barça que entrenaba al Reus. Y sentenció con una frase: «Ha sabido ser humilde».
Ellos no lo saben, pero la mente de Guardiola está tan abierta al aprendizaje que seguramente se quedó con lo mejor de cada uno de sus técnicos rivales en Tercera. Él no oculta que el secreto está en no dejar de crecer. «Un entrenador es la suma de los entrenadores que ha tenido en su carrera», asegura. Así se comprenden muchas cosas: ha captado cosas, entre otros, del mejor Johan Cruyff, del mejor Van Gaal, del mejor Clemente, del mejor Camacho, hasta de Capello en la Roma. Estilos distintos, formas de ser diferentes, pero todos con una única palabra en la cabeza: ganar.
Arreglo con las estrellas
Con todo ese bagaje, Guardiola se presentó en un Barça que daba tumbos. No le tembló el pulso para ponerle una cruz a Ronaldinho y Deco. Y supo rectificar para quedarse con Eto'o, a quien también le había abierto la puerta. En ese primer mes se gestó el tridente de ensueño que ha marcado las diferencias en el fútbol español y en el fútbol europeo. Entre Messi (37), Eto'o (33) y Henry (26) suman 96 goles en competiciones oficiales. Ahora parece sencillo. «Son buenos y basta con alinearles», dice Guardiola con modestia. Pero él sabe lo cerca que estuvo de torcerse todo en aquel mes de agosto de 2008.
Cuando Guardiola dio el visto bueno a la permanencia de Eto'o arregló un problema, pero tuvo que correr a solucionar otro. Contando con el adiós del camerunés, ya había hablado con Henry para pedirle que no meditara su marcha porque iba a ser el 9 titular del Barça. Se había acabado su destierro en la banda izquierda. Eso creía el francés. Técnico y jugador, molesto por el cambio de situación, volvieron a hablar y debieron entenderse muy bien porque Henry se ha ganado a la afición con sus goles, dos de ellos en el Bernabéu, que suman mucho, pero también con su entrega descomunal. en la banda izquierda. Ha mejorado sus números de su primer año.
Eto'o, por su parte, ha dejado su ego a un lado para transformarse en un jugador disciplinado. Al mismo tiempo que crecía como persona. Los que creían que era un bomba de relojería que podía explotar en cualquier momento han alucinado al verle ayudando en todo los posible a Guardiola y al equipo. Nunca marcó tantos goles en la Liga.
Messi, su gran mérito
¿Y Messi? Quizás sea el gran mérito de Guardiola. Sus primeros días de convivencia no fueron fáciles. Messi añoraba a sus amigos Ronaldinho y Deco, estaba dolido con razón porque el club les había puesto la etiqueta de culpables. No merecían un final así. El argentino, serio en aquellos primeros días de trabajo, se vio metido en un lío además al ser reclamado por la selección argentina para disputar los Juegos Olímpicos de Pekín. El Barça tenía derecho a retenerle y forzó la situación buscando alguna compensación. Además, el Barça debía disputar la previa de la Champions ante el Wisla de Cracovia, una prueba de fuego para un equipo totalmente nuevo. Messi estaba nervioso, enfadado, quería ir a Pekín, pero no le dejaban. Tampoco podía decir públicamente que no quería jugar la previa porque hubiera sido muy impopular. El caso estaba a punto de estallar hasta que intercedió Guardiola. Le dejó marchar, le dio un abrazo y le pidió la medalla de oro. Y se lo ganó. Y el Messi que volvió tras los Juegos, campeón por supuesto, obedeció a su técnico en cualquier detalle, sabía que podía confiar en él, que era el hombre que le iba a hacer mejorar. Ha cuidado su alimentación hasta el punto de comer pescado, que antes aborrecía. No ha descuidado ni un ejercicio de recuperación para vigilar sus débiles músculos, que por fin van a acabar una temporada sin romperse. Ha trabajado en la presión como el más humilde de los futbolistas. Y ha jugado mejor y marcado más goles.
Messi, Eto'o y Henry han entendido que si ayudan a robar el balón lo más arriba posible, en caso de recuperación también van a tener más cerca la portería para marcar y con menos oposición. Parece sencillo, pero no lo era. En todo caso, Guardiola lo hizo sencillo.
El FC Barcelona obtuvo el título de campeón de la Liga 2008-2009 gracias a la emocionante victoria del Villarreal ante el Real Madrid en el campo del Madrigal, por lo que el domingo saltará al terreno de juego en Mallorca como campeón.
El Villarreal, que necesitaba ganar con urgencia en su lucha por alcanzar los puestos de Liga de Campeones, lo logró con mucho sufrimiento y a pesar de recibir el empate a dos en el minuto 88. Uno después, llegó el 3-2 de Capdevila.
Además, el Villarreal se redimió con el Barcelona, al que privó de la fiesta del título el pasado domingo, pero al que le garantizó el campeonato con su victoria ante el Real Madrid en un partido en el que fue superior.
El Real Madrid no demostró haber viajado en pos de la victoria y se mostró como un equipo con el estado de ánimo muy bajo y con poco argumentos futbolísticos. El triunfo fue para el equipo que más lo buscó, el que más lo necesitaba, así como para el Barcelona que empezó en el minuto noventa de este encuentro el segundo título en tan sólo tres días.