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El Papa abraza a los palestinos
Benedicto XVI triunfa en Cisjordania al cargar contra el muro y defender a los refugiados
| ENVIADO ESPECIAL. BELÉN Actualizado: GuardarEl Papa salió ayer incomprendido de Israel al entrar durante unas horas en Belén, en Cisjordania, pero allí gozó de una complicidad total con el pueblo palestino gracias a unos discursos que tomaron partido sin rodeos por sus reclamaciones. El mismo Benedicto XVI, acusado en Israel de tibieza en la condena del Holocausto y cuyo estilo moderado era un lastre, cambió de registro y habló de forma directa en términos políticos. En Belén, a 20 minutos en coche de Jerusalén, condenó el «trágico» muro de seguridad levantado por Israel, que ahoga la ciudad, y expresó su deseo de que sea derribado.
Fuentes de la OLP mostraban su satisfacción porque el Papa enumeró todos los «derechos inalienables del pueblo palestino» y dejó un mensaje de esperanza. Benedicto XVI pidió el fin del embargo en Gaza, una tierra «martirizada», exigió el cumplimiento de las fronteras internacionales y se declaró «angustiado» por los refugiados, a quienes comparó con la Sagrada Familia en busca de un techo. Hasta mencionó el aniversario de hoy de la Naqba (catástrofe), la declaración del Estado israelí en 1948. Pero todo ello sin demonizar a Israel, llamando a «construir una atmósfera de confianza» para reactivar el proceso de paz.
El Papa siempre enfocó la cuestión con tacto y de modo positivo, porque cargó sus discursos de futuro y atacó la raíz del islam integrista y violento. Habló también claro a los palestinos sobre la parte que les toca, en un suelo plagado de facciones armadas y con Hamás al frente del Gobierno de Gaza: «Tened el coraje de resistir a cualquier tentación de recurrir a la violencia o el terrorismo». Benedicto XVI pidió un cambio en el modo de razonar, «el coraje de abandonar líneas de pensamiento, de acción y de reacción infructuosas». La jornada fue una lista de innumerables frases contundentes y profundas llamadas al entendimiento. Nada más pisar Cisjordania fue al grano ante el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, Abu Mazen: «Sé cuánto habéis sufrido y continuáis sufriendo (...) Mi corazón está con todas las familias que se han quedado sin casa». Siguió de modo aún más explícito al asegurarle que la Santa Sede apoya su derecho a una «patria soberana en la tierra de vuestros antepasados».
«Aspiraciones»
Por la tarde, en la visita al campo de refugiados de Aida, de 5.000 personas y uno de los 19 de Cisjordania en los que se agolpan medio millón de personas, el Papa se identificó con ellos: «Vivís en condiciones precarias, es comprensible que os sintáis frustrados, vuestras legítimas aspiraciones a una patria permanente, a un Estado Palestino independiente, quedan incumplidas y, al contrario, os sentís atrapados, en una espiral de violencia».
La imagen del Papa ante el muro es una de las más potentes de sus cuatro años de pontificado. Ratzinger estuvo a la altura y fue más allá de la mera protesta: «En un mundo en el que las fronteras son cada vez más abiertas, qué trágico es ver que todavía se erigen muros (...) De las dos partes del muro es necesario un gran coraje para superar el miedo y la desconfianza». A continuación lanzó una llamada a la reconciliación, a «romper el ciclo de las agresiones», a la «generosidad de espíritu» y a emprender «iniciativas fuertes y creativas», con el apoyo de la comunidad internacional.
«Los muros no duran para siempre, pueden ser derribados, pero sobre todo es necesario eliminar los muros que construimos en torno a nuestros corazones», advirtió el Pontífice.