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El fútbol goleó a la adrenalina
Toquero alimentó las ilusiones del Athletic de Bilbao, pero el Barça fue un vendaval en la segunda parte y levantó la Copa del Rey después de once largos años
| COLPISA. MADRID Actualizado: GuardarEra una final, abierta por antonomasia, pero se impuso la lógica y por goleada. El fútbol derrotó a la adrenalina, la evidencia a la ilusión. La clase del Barça cercenó las ilusiones de un Athletic entregado a la causa, apoyado por una afición movilizada hasta extremos jamás vistos, pero inferior, varios escalones por debajo. La gabarra seguirá anclada, igual que en el último cuarto de siglo, mientras Canaletas disfruta de la primera gran fiesta de este curso.
El notable arranque de los leones, corroborado con el gol de Toquero, alimentó los sueños de grandeza de un club ejemplar, fiel como ninguno a sus señas de identidad, a su ADN, pero impotente ante el vendaval azulgrana. Por algo el Barça tiene un presupuesto seis veces mayor y pelea por un trébol histórico, jamás visto en el fútbol español. Conquistó en Mestalla su Copa número 25, lo que le consolida como rey de esta competición que veía de lejos desde hace once años, toca con las dos manos la Liga y peleará el trono continental al Manchester United.
Los catalanes se enfrentaron con el balón, la mejor arma del fútbol, al orgullo, el coraje y el acoso de los vizcaínos. Se apropiaron de él, lo monopolizaron y dejaron que sus rivales acabasen extenuados de tanto perseguirlo sin éxito. Sufrieron al principio, se mostraron pacientes después y arrasaron en una segunda mitad sobresaliente. Ahí apareció Messi, estrechamente vigilado hasta entonces, y destrozó la final, apenas empañada por esos pitos masivos al himno español y el lanzamiento de una lata a la cabeza de Dani Alves en la segunda mitad.
Guardiola no cambió en el momento crucial y mantuvo su apuesta por Pinto y Bojan. Con ellos el Barça se presentó en la final y con ellos debía ganarla. Se exponía a las críticas, pero su apuesta valiente resultó ganadora. Y encima el delantero de origen serbio, que anduvo más bien flojo durante todo el año, le respondió con un gran gol. Definió con sutileza y junto al palo un gran pase de Messi, que antes había resuelto un barullo con hasta cinco jugadores del Athletic, más el portero, en el área pequeña. Un síntoma de equipo acorralado. No contento con ello, Pep introdujo cerca del final a Hleb, Pedro, el Pedrito que conoció en Tercera, y a Sylvinho. Les quiso hacer partícipes del éxito.
Resultó un espejismo pero, quizá porque llevaba dos meses preparando su gran cita en el úy el Barça apenas unos días, el Athletic comenzó más enchufado. Incluso se permitió el lujo de trenzar una jugada de toques rápidos y precisos que recordaba al mejor Barça. Una acción que acabó en córner tras gran parada de Pinto y que preludió el gol. Sabían los de Guardiola que la principal amenaza de los leones llegaría a balón parado, pero acreditaron que dan el cante a la hora de defender en zona los córners y faltas laterales. Toquero superó en el salto a Touré Yayá y remató desde el área pequeña el gran centro pasado de Yeste.
Un símbolo
Pocos como el delantero vitoriano simbolizan mejor los valores de este Athletic. Calvo y con el 2 a la espalda, es tan poco mediático como buen hombre de club. Un jornalero del balón, trabajador estajanovista, que comenzó en los juveniles de la Real Sociedad, se curtió por los duros campos de Tercera y Segunda B y llegó a San Mamés porque el Athletic decidió ficharlo cuando ya tenía un precontrato con el Eibar. Comenzó de suplente de Ion Velez, pero terminó por arrebatarle el puesto a la hora de pelearse con todos para dejar algo más libre a Fernando Llorente. Quedó patente en Mestalla que su afición no estaba del todo de coña cuando le cantó aquello de «Bota de oro, Toquero bota de oro» al ser clave en la semifinal contra el Sevilla.
El Athletic, empero, cometió el error de regalarle por completo el balón y el dominio al Barça tras ponerse por delante. Es lógico ceder la iniciativa a los azulgrana para intentar sorprender al contragolpe, pero perder el balón en cuanto lo recuperas te condena ante el, probablemente, mejor equipo del mundo. Pero sufrían todavía los azulgrana para acercarse a Iraizoz. Frenar a base de anticipación, ayudas o faltas a Messi y evitar que Xavi entrara mucho en juego, eran las obsesiones de Caparrós. Tanto empeño ponían en ello que a veces Koikili y Amorebieta se pasaban de frenada.
Quizá a propósito, los vizcaínos se olvidaron de Touré Yayá. Debieron pensar que su salida desde la cueva resultaría un esfuerzo inútil. Craso error. El marfileño, un mal central pero un buen centrocampista, vio hueco, avanzó, superó con su poderosa zancada a Toquero, Llorente y Orbaiz y sorprendió a Iraizoz con su lejano disparo. El empate era lo más difícil y el Barça lo consiguió pronto. Aceleró en la reanudación y se merendó al animoso Athletic en un santiamén. El golazo de falta de Xavi fue la guinda. La superioridad era incuestionable y los leones hicieron bien en frenar ya su ímpetu. No conducía a nada. La afición del Botxo se sumó a la fiesta y unos y otros acabaron hermanados. Una hermosa lección. Nada que ver con el negro episodio de 1984. Ni con finales en miércoles, ni con horarios intempestivos, los dirigentes pueden con la Copa, una maravilla.